Page 274 - La máquina diferencial
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huevo, chapada en oro e incrustada con cuentas de colores, con un cubrenuca de
escamas doradas superpuestas; este objeto reposa ahora sobre una pequeña impresora
de escritorio.
Se coloca los anteojos, carga una pipa y la enciende. Su secretario, Cleveland, es
un hombre muy puntilloso y ordenado: le ha dejado dos juegos de documentos
colocados sobre el escritorio en carpetas de color manila, con cierres de latón. Una de
ellas se encuentra a su derecha, la otra a su izquierda, y no se puede saber cuál
escogerá.
Escoge la carpeta de la izquierda. Es un informe impreso por máquinas de un
anciano funcionario de la Meirokusha, una famosa confraternidad de eruditos
japoneses que sirve, y no por casualidad, de sede más oriental de la Sociedad de la
Luz. El texto preciso del informe no se puede encontrar en Inglaterra pero se
conserva en Nagasaki, junto con una anotación que indica que se envió por telegrama
al jerarca, a través de los canales habituales, el 11 de abril. El texto indica que la
Meirokusha, que sufre un grave declive en su membresía y una falta creciente de
asistencia a sus reuniones, ha votado posponer de forma indefinida las reuniones. Va
acompañado de una factura detallada de un refrigerio y los honorarios de alquiler de
una pequeña habitación encima del Seiyoken, un restaurante del barrio Tsukiji de
Tokio.
Si bien la noticia no es inesperada, a lord Mallory lo inunda una sensación de
pérdida y amargura. Su genio, feroz en el mejor de los casos, se ha agudizado con la
vejez; su indignación aumenta hasta convertirse en una cólera desesperada.
Se rompe una arteria.
Esa cadena de acontecimientos no ocurre.
Escoge la carpeta de la derecha. Es más gruesa que la de la izquierda, y le intriga.
Contiene un detallado informe de campo sobre una expedición paleontológica de la
Real Sociedad a la costa pacífica del Canadá occidental. Lo inunda una agradable y
renacida nostalgia por sus tiempos expedicionarios, y estudia el informe con atención.
La labor moderna de la ciencia no podría ser más diferente de la que se hacía en
sus tiempos. Los científicos británicos han volado al continente desde la floreciente
metrópolis de Victoria y se han desplazado a las montañas con toda comodidad, en
automóviles, desde una lujosa base situada en la villa costera de Vancouver. Su líder,
si se le puede dar ese título, es un joven licenciado de Cambridge llamado Morris, al
que Mallory recuerda como un tipo raro con tirabuzones, dado a lucir capas de
terciopelo y elaborados sombreros modernistas.
Los estratos que se examinan son cámbricos, esquisto oscuro de una calidad casi
litográfica. Y, al parecer, abunda en ellas una amplia variedad de formas intrincadas,
los restos finos como el papel y totalmente aplastados de una antigua fauna
invertebrada. Mallory, especialista en vertebrados, comienza a perder el interés; ha
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