Page 279 - La máquina diferencial
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se produjeran fugas o explosiones. De hecho, hubo un mínimo de una docena de
detonaciones en medio del pavimento, atribuidas en su mayor parte al grisú que
alimentaba la Webb. Lord Babbage era un abierto defensor del método Webb; como
consecuencia de ello, hasta el último escolar sabía que el metano que podía producir
una sola vaca bastaba para cubrir durante un día entero las necesidades de
calefacción, iluminación y cocina de una casa.
Oliphant miró la farola mientras se acercaba a la fachada georgiana de su propia
casa. La luz era otra de las señales de que, aparentemente, estaban volviendo a la
normalidad, pero esto no le proporcionaba demasiado consuelo. El cataclismo físico,
y sobre todo social, era ya cosa del pasado, pero la muerte de Byron había generado
una serie sucesiva de oleadas de inestabilidad; Oliphant se las imaginaba
expandiéndose como ondas por la superficie de un estanque, solapándose con otras
que se generaban en puntos de impacto menos visibles, hasta crear áreas de
turbulencia tan impredecibles que resultaban peligrosas. Una de ellas, sin duda, era el
asunto de Charles Egremont y la caza de brujas que estaban sufriendo los luditas.
Oliphant sabía, con una certeza profesional absoluta, que los luditas eran cosa del
pasado; a pesar de los esfuerzos de algunos maníacos anarquistas, las revueltas que
habían azotado Londres durante el verano no habían tenido coherencia u organización
política algunas. Todas las aspiraciones razonables de las clases trabajadoras habían
sido subsumidas con éxito por los radicales. Byron, en sus días de gloria, había sido
capaz de combinar justicia con demostraciones perfectamente orquestadas de
misericordia. Los primeros líderes de los luditas, que habían firmado la paz con los
radicales, eran ahora los razonables y prósperos líderes de respetables sindicatos y
uniones profesionales. Algunos de ellos eran magnates de la industria, aunque su paz
de espíritu se había visto seriamente perturbada por la sistemática exhumación de sus
antiguas convicciones llevada a cabo por Egremont.
En los turbulentos años cuarenta había surgido un nuevo brote de ludismo,
dirigido esta vez contra los radicales y armado con un compendio de reivindicaciones
populares y un desesperado entusiasmo hacia la violencia. Pero se había
desmoronado en un torbellino de traiciones intestinas, y sus representantes más
audaces, como Walter Gerard, habían sido castigados de manera inquietantemente
pública. En la actualidad, los grupos como los Demonios de Manchester, al que
Michael Radley había pertenecido de niño, no eran más que meras bandas juveniles,
desprovistas casi por completo de aspiraciones políticas. Es posible que la influencia
del capitán Swing se dejara sentir todavía en la Irlanda rural, o incluso en Escocia,
pero Oliphant atribuía este hecho a las políticas agrarias de los radicales, que eran la
cara negativa de sus rutilantes proyectos de industrialización.
No, pensó mientras Bligh, al ver que llegaba, le abría la puerta. El espíritu de Ned
Ludd había desaparecido casi por completo de aquella tierra, así que, ¿cómo había
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