Page 278 - La máquina diferencial
P. 278

tortura. Los diversos segmentos del artefacto estaban forrados con un brocado tieso
           estampado  a  máquina,  suave  y  frío  al  tacto.  Oliphant  trató  de  ponerse  cómodo;
           McNeile  consiguió  que  le  fuera  imposible  haciendo  girar  algunas  de  las  diversas

           ruedas de bronce del aparato.
               —Estese quieto —le dijo.
               Oliphant cerró los ojos.

               —Ese Pocklington... —dijo McNeile.
               —¿Perdone? —Oliphant abrió los ojos. McNeile, sobre él, estaba colocando una
           bobina de hierro en una estructura ajustable.

               —Pocklington.  Está  tratando  de  llevarse  todo  el  crédito  por  la  remisión  de  la
           epidemia de cólera de Limehouse.
               —El nombre no me resulta familiar. ¿Es un médico?

               —En  absoluto.  Es  un  ingeniero,  nada  más.  ¡Asegura  haber  acabado  con  la
           enfermedad  por  el  sencillo  procedimiento  de  quitarle  una  manija  a  una  bomba  de

           agua municipal! —En ese momento, estaba atornillando en su lugar correspondiente
           un cable de cuero trenzado.
               —Me temo que no le entiendo.
               —¡No es de extrañar, señor mío! Ese hombre es un necio o un charlatán de la

           peor especie! Ha escrito en el Times que el cólera no es más que la consecuencia de
           la contaminación de agua.

               —No es una afirmación del todo irrazonable, ¿no le parece?
               —Pero  sí  totalmente  contraria  a  la  ciencia  médica.  —McNeile  continuó
           trabajando con un segundo cable de cobre—. El tal Pocklington, verá usted, es una
           especie de protegido de Lord Babbage. Lo contrataron para remediar los problemas

           de ventilación de los trenes neumáticos.
               Al detectar la envidia en el tono de voz de McNeile, Oliphant sintió un leve y

           malicioso  acceso  de  satisfacción.  En  el  funeral  de  Estado  celebrado  por  Byron,
           Babbage se había lamentado de que la medicina moderna continuara siendo un arte
           más  que  una  ciencia.  Su  discurso,  como  es  natural,  había  encontrado  la  máxima
           resonancia en los medios de comunicación.

               —Cierre  los  ojos,  por  favor.  Podría  saltar  alguna  chispa.  —McNeile  estaba
           poniéndose un par de guantes de cuero grandes y rígidos.

               Conectó los cables de cuero a una enorme pila voltaica. El tenue y escalofriante
           olor de la electricidad inundó la sala.
               —Por favor, trate de relajarse, señor Oliphant. Eso facilitará la reversión de polos.





           Una gigantesca lámpara Webb, una columna corintia acanalada alimentada a través
           de las alcantarillas por gas, iluminaba Half Moon Street. Como todas las Webbs de

           Londres, esta había permanecido apagada durante la crisis del verano por temor a que


                                        www.lectulandia.com - Página 278
   273   274   275   276   277   278   279   280   281   282   283