Page 268 - La máquina diferencial
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y  a  su  fulana  asesina  con  las  manos  atadas!  ¡Entonces  dejaremos  que  el  resto  se
           largue de aquí silenciosamente antes de que llegue el ejército!
               —Las  muestras  de  insolencia  no  le  servirán  de  nada  —dijo  el  marqués—.

           ¡Prenderemos fuego a ese algodón y se asarán como una camada de conejos!
               Mallory se volvió.
               —¿Puede hacerlo?

               —Cuando  el  algodón  va  así  de  apretado,  lo  que  se  quema  y  todo  es  nada  —
           teorizó Brian.
               —¡Claro, quémenlo! —gritó Mallory—. Quemen el bazar entero y asfíxiense con

           el humo.
               —Ha  sido  usted  muy  osado,  doctor  Mallory,  y  ha  tenido  mucha  suerte.  ¡Pero
           nuestros hombres más selectos patrullan ahora las calles de Limehouse y liquidan a la

           policía!  ¡Pronto  volverán  como  soldados  endurecidos,  veteranos  de  Manhattan!
           ¡Tomarán  su  pequeño  escondite  por  asalto,  a  punta  de  bayoneta!  ¡Salgan  ahora,

           cuando todavía tienen la oportunidad de salvar la vida!
               —¡No  tememos  a  ninguna  chusma  yanqui!  ¡Mándenlos  a  probar  un  poco  de
           metralla!
               —¡Hemos hecho nuestra oferta! ¡Razónela como un auténtico intelectual!

               —Váyase al infierno —replicó Mallory—. Mándeme a Swing. ¡Quiero hablar con
           Swing! Ya me he cansado de usted, pequeño traidor engreído.

               El marqués se retiró. Unos momentos después comenzó un tiroteo sin demasiado
           entusiasmo. Mallory dedicó media caja de cartuchos a devolver el fuego contra los
           destellos de los cañones.
               Los anarquistas dieron comienzo entonces al laborioso trabajo de desplazar una

           máquina de asedio. Se trataba de una falange improvisada con tres carretillas pesadas,
           en  cuya  parte  frontal  habían  atado  un  blindaje  inclinado  de  tableros  de  mesa  de

           mármol. La armadura rodante era demasiado ancha para que cupiera por el callejón
           torcido  que  llevaba  hasta  las  balas  de  algodón,  así  que  los  rebeldes  se  abrieron
           camino  entre  los  montones  de  mercancía  apilándolos  a  los  lados  de  las  carretas.
           Mallory hirió a dos mientras trabajaban, pero la experiencia les aguzó el ingenio y no

           tardaron en erigir una pasarela cubierta tras los progresos del arma de asedio.
               Ahora parecía haber muchos más hombres. La oscuridad era aún más profunda,

           pero por algunos sitios aparecían faroles encendidos, y las vigas de hierro estaban
           atestadas de francotiradores. Se añadió una conversación ruidosa (una discusión, al
           parecer) a los gemidos de los heridos.

               El arma de asalto se acercó un poco más, hasta que se encontró debajo de la mejor
           línea de fuego de Mallory. Si este se exponía en un intento por inclinarse sobre las
           murallas, los francotiradores lo alcanzarían sin duda alguna.

               El arma de asedio llegó a la base de las balas de algodón. Se oyó un estruendo y




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