Page 71 - La máquina diferencial
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—A un pez —ofreció Tom.
—¡Exacto! —dijo Godwin—. ¡A un pez! Tiene que ver con la acción de los
fluidos, ya sabe. Agua. Aire. ¡Caos y turbulencia! Todo está en los cálculos.
—Extraordinario —dijo Mallory—. Así que asumo que esos principios de la
turbulencia...
Un repentino estruendo devastador surgió de una caseta vecina. Las paredes se
estremecieron y cayó del techo un fino tamizado de hollín.
—Serán los italianos —gritó Godwin—. ¡Este año se han traído un monstruo!
—¡Echa una peste de mil diablos! —se quejó Tom. Godwin ladeó la cabeza. —
¿Oye esas bielas de prueba que chasquean en la carrera descendente? Mala tolerancia.
¡Trabajo de extranjeros, muy descuidado! —Se quitó la gorra y le limpió el hollín en
una rodilla. A Mallory le zumbaba la cabeza.
—¡Permítame invitarlo a una copa! —gritó. Godwin se llevó la mano a la oreja,
sin comprender. Mallory imitó los gestos, se llevó un puño a la boca con el pulgar
doblado.
Godwin sonrió e intercambió a voces unas rápidas frases con Chesterton sobre los
cianotipos. Luego Godwin y Mallory se escabulleron y salieron a la luz del sol.
—Bielas de prueba defectuosas —dijo el guarda de fuera con una sonrisa
satisfecha. Godwin asintió y entregó al hombre el mandil de cuero. Cogió una
americana negra y lisa y se cambió la gorra de ingeniero por un sombrero de ala
ancha de paja.
Luego abandonaron el recinto de carreras.
—Solo puedo dejarlos unos minutos —se disculpó Godwin—. «El ojo del amo
funde el metal», como se suele decir. —Se sujetó a las orejas un par de anteojos
ahumados—. Algunos de esos coleccionistas me conocen y podrían intentar
seguirnos. Pero eso da igual. Es un placer volver a verlo, Ned. Bienvenido a
Inglaterra.
—No lo entretendré mucho —dijo Mallory—. Quería hablar con usted en
privado. Sobre el chico, y demás.
—Oh, Tom es un gran muchacho —respondió Godwin—. Está aprendiendo.
Tiene buenas intenciones.
—Espero que prospere.
—Hacemos cuanto podemos —dijo Godwin—. Lamenté mucho lo de su padre
cuando me enteré por Tom. Que se pusiera tan enfermo, y todo eso.
—«El viejo Mallory no se va hasta que haya entregado su última novia» —citó
Mallory con su acento de Sussex más marcado—. Es lo que nos dice siempre mi
padre. Quiere ver casadas a todas sus chicas. Siempre dispuesto, el pobre viejo.
—Debe de consolarlo mucho tener un hijo como usted —dijo Godwin—. Bueno,
¿qué tal le sienta Londres? ¿Tomó el tren del fin de semana?
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