Page 235 - El manuscrito Carmesi
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Antonio Gala             Descargado de http://www.LibrosElectronicosGratis.com/  El manuscrito carmesí

                     —Señor, ¿por qué no lo dijiste?
                     —¿Cómo puedes hacerme tú, hijo de las tinieblas, esa pregunta a mí?
                     —¿Me las enseñarías?
                     Se las enseñé. Leyó en alto unos pasajes, y otros, para sí.
                     —”Lo que me parece a mí que aprovecha a sus altezas es que ablanden mucho al
               sultán, y que pongan miel, y asimismo con  la gente, porque las ciudades grandes no se
               toman sino con buenas maneras y buenas blanduras...  La reina nuestra señora debe
               escribir a la reina madre del sultán y a su mujer para ablandarlas... Los locos han menester
               quien los ablande”.  Con tanto ablandarnos vamos a acabar deshechos —dijo
               despectivamente El Maleh—. “Yo os aconsejo que este negocio lo tengáis encubierto de los
               moros y de los cristianos hasta que se acabe de concluir”. Los moros debemos ser Aben
               Comisa y yo.
                     Tomó otra carta:
                     —”Menester es término que será  de dos meses a lo menos” (qué puerco es este
               alfaquí), “y en este término se ablandará la gente y hará el sultán con la gente todo lo que
               quisiere, y el camino de soler, que es la sierra nevada, no se pasará, y entrará el tiempo de
               la sementera y se manifestará la gente...  El sultán ha de hablar por fuerza, pero quiere
               alargar...” Señor, ¿qué es esto?
                     —Sigue —le dije.
                     —”Escriba vuestra merced a El Maleh sólo para apretarle que vaya a vosotros, y no
               recibáis de él más habla por carta, y que vaya con un alfaquí no nombrado por él”. Por fin
               cantó la gallina: él quiere meterse en el negocio. “No tengáis recelo en quitar el habla con
               ellos,  porque en todo caso han de venir a vuestras manos.”  Nos está desacreditando y
               desfavoreciendo.
                     —No: los está confiando a ellos. ¿O es que tú obras por caminos derechos?  El
               Pequení les sugiere que, aunque hagan una pausa, que es lo que, en el fondo, deseamos,
               nada se habrá perdido.
                     Tú escribirás a Zafra abundando en lo mismo, que yo también escribiré a los reyes.
               Dile que yo me dolí de que no recibieran la fecha ofrecida por ti con la buena voluntad que
               se hizo; y que te dije: ‘Por ahora, basta.  Ya veremos.  A otra vuelta será’, dando por
               cancelada la cuestión.
                     Yo les escribí a los reyes que si El Maleh había rebajado el plazo tres meses fue por
               servirlos, sin comisión mía, pero que lo daba por bueno. “Os hago juramento ante el
               poderoso Dios que es como os digo, y no puedo certificaros cosas dudosas, y no querría
               prometer más de lo que pudiese cumplir... El plazo sería a primero día de marzo que es
               próximo de abril, y no alarguemos más las hablas y las cartas... Si no lo reciben así vuestras
               altezas, no será más en mi mano, y no podré hacer más, y quedará el negocio hasta que
               Dios quiera.” Para cerrar —y a la vez abrir—, los animaba: “Con la ayuda de Dios, hablaré
               con la gente y enviaré por los alguaciles de las  Alpujarras y procuraré concluir antes del
               término”.
                     —No entiendo lo de primero de marzo más próximo de abril —dijo El Maleh frunciendo
               las cejas.
                     —A ese intento está escrito.
                     Mientras se aclara, ganaremos algo.  Hay que agarrarse a la confusión de nuestro
               calendario y el  suyo, y a las diferencias de la semana, y a los errores de  la traducción.
               Cuanta más niebla, mejor avanzaremos. Escribe tú a los reyes.
                     Bajo mi orden, les comunicaba:
                     ”En el término que piden es imposible hacerse, y no cabe en ningún seso que el hecho
               de Granada fuese tan de prisa, y juramos a vuestras altezas en nuestra ley que, si posible
               fuera hacerlo en aquel término, no quedaría por nosotros, que por Dios desde el día que nos
               lo dijisteis  no podemos comer ni beber, sino pensar cómo podremos cumplir para que
               vuestras altezas alcanzaren su voluntad”.
                     —Muy bien. Despídete. Besa sus pies. Y ponle fecha en domingo.
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