Page 283 - El manuscrito Carmesi
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Antonio Gala             Descargado de http://www.LibrosElectronicosGratis.com/  El manuscrito carmesí

               naves para que intente su viaje a la viceversa. Dicen que ha sido cosa del rey, que es más
               navegante que la reina;  Castilla  no ha visto el mar ni  en las cartografías.  Y dicen  que
               Portugal estaba interesado a medias, y adelantársele era buena política...  Estos reyes,
               señor, están en alza: de eso no cabe duda.
                     Por remota que sea una posibilidad, rompen a andar.  Son como aquellos que
               encuentran un tesoro, y, en lugar de ocultarlo, aparentan y gastan en esto y en aquello, y lo
               derrochan todo. Lo único que no tengo claro es de qué sitio sacan los dineros. Porque un
               tesoro no han encontrado, que yo sepa. Como no sean los judíos... Pero tesoro, no: ¿qué
               opinas tú, señor?
                     Y me  miraba de hito en hito pesquisándome, como si yo me hubiese dejado en la
               Alhambra uno enterrado.
                     —Si no lo sabes tú —le dije—, es que no lo encontraron.


                     Acicateado por el relato de El Maleh, rebusqué entre mis libros.
                     Llevo bastante tiempo inmerso en los de ciencia,  astronomía y náutica.  Dos
               conclusiones voy sacando: una, que por muy grande que yo creyera la sabiduría de los
               andaluces, la realidad prueba que fue mayor aún; otra, que los estudiosos, si son fieles a su
               vocación, están más unidos y se asemejan más entre sí que el resto de los hombres: no
               importa para ellos cuál sea su rey y su reino, porque su ciencia es universal y única, y no
               puede ser puesta al servicio de ninguna soberanía ambiciosa, ni de la destrucción.
                     Nuestros descubrimientos astronómicos y nuestros manuscritos científicos, con la
               colaboración de los traductores  mozárabes y de los judíos, fueron asimilados por los
               cristianos. Es el Islam andaluz el que inspira al rey Alfonso, al que los castellanos llaman “el
               Sabio”, que fue contemporáneo de mi antecesor “el  Faquí”.  Y los eruditos granadinos,
               incómodos  por las ajetreadas circunstancias  del  Reino, emigraron  a  África  Menor y  a
               Oriente, y provocaron así intercambios mundiales.  Es  curioso observar cómo la cultura
               andaluza procede de los rincones más lejanos del universo, y aquí se sedimenta, y viaja de
               nuevo a los más lejanos rincones. La ciencia y la sabiduría están muy por encima de las
               enemistades de los gobernantes y de las furias de las religiones.
                     Me ha complacido descubrir que matemáticos andaluces trabajaron para el visir persa
               Rachid al  Din y hasta  para los mogoles.  Ibn  Aquín, que  fue discípulo de  Maimónides el
               cordobés, y Yaya Ibn Abu Sukr, el granadino, son ejemplos de lo uno y de lo otro. Y me he
               enterado, por la narración de un astrónomo viajero, Malik Ibn al Haizán, en uno de los libros
               de la  Alhambra, que  durante la segunda mitad del siglo  XIII, se llega a realizar en tres
               lugares distintos a la vez observaciones que conducen a unas semejantes tablas
               astronómicas.  De un lado, el soberano mogol  Hulagu, el que destruyó la fortaleza de los
               asesinos de Alamut, y su visir Al Din (que tuvo el mismo nombre que mi perro) construyen
               en Oriente las tablas ilyaniés con la ayuda del andaluz Abu Sukr. De otro lado, en el extremo
               Occidente, Alfonso X, a través de los conocimientos de Yabin Ibn Afla, construye las suyas,
               redactadas por  Ichaq  Ibn al  Sid.  Y, por fin, la más vieja de las culturas trabaja sobre el
               mismo asunto en  Pekín, donde  Cha  Ma  Lu  Ting afinó sus exactos instrumentos de
               experimentación en los eclipses.  Lo que más llena mi alma de alegría es adivinar que el
               nombre Cha Ma Lu Ting resulta de la adaptación a otras gargantas del nombre, asimismo
               árabe, de Jamal al Din. (Dios sea loado, también como mi perro.) Y es que el hombre —
               sobre todo, el musulmán—, cuanto más sabio, más se incrusta en la  Naturaleza y la
               examina con detenimiento y la venera como la fuente de su sabiduría. Si todos los hombres
               se pusieran de acuerdo por medio de su inteligencia, quizá aquel  heterodoxo  no habría
               escrito:

                     “Desconfío  del hombre, que engrandece su poder sin acatar los poderes que
               desconoce.
                     Quizá quienes habitan en las estrellas indecibles sean más dignos que nosotros; en
               ellos reside nuestra esperanza última.”

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