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JESÚS — UN MAESTRO VERDADERAMENTE DEFINITIVO
La confesión es un requisito para convertirse al cristianismo. Esta clase de confesión requiere
más que una declaración verbal de fe. Ésta involucra una clase específica de fe, una fe que no
solamente incluirá una aceptación mental, sino que también incluirá obediencia a la voluntad
de Dios. Esta clase de confesión sigue a los talones del arrepentimiento. Es el tipo de confesión
que no solamente causará que uno esté dispuesto a admitir verbalmente («confesar») que
Cristo es el Hijo de Dios, sino que procuremos seguirle como cristianos.
La confesión es un requisito cuando pecamos. Cuando cometemos algún pecado, ofendemos a
Dios. Para poder recibir el perdón de parte de Dios, debemos arrepentirnos del pecado, confesar
el pecado ante Dios, y Él nos perdonará. Esta es la enseñanza de 1 Juan 1:9. Esta confesión de
pecados aplica a aquellos que están fuera de Cristo y están listos para ser cristianos (vea Hch.
2:38; 3:19) y aplica para aquellos que ya son cristianos, pero que ha pecado en el transcurso de
su vida como cristianos (vea Hch. 8:5ss; 1 Jn. 1-2).
La confesión es un requisito para los cristianos ya que ellos viven para Cristo. En este sentido
«confesión» es igual a obediencia. Esto incluye admitir que creemos en Cristo, vivir la vida
siguiendo el ejemplo moral de Cristo, y enseñar a otros acerca de Cristo. Esta «confesión se
demuestra en actuar practicando el amor (2 Cor. 9:6-13) … en ese contexto «confesión» incluye
no solamente lo que un hombre dice sino también su obediencia la cual se ha hecho visible en
todo aspecto de su vida. Donde no se encuentre esta obediencia total, cuando un hombre piensa
que sabe y entiende todo respecto a la salvación, eso será equivalente a una negación, y por
esto Jesús ‘confesará’, en el día del juicio, ‘Nunca os conocí’ (Mat. 7:23) [Furst, NIDNTT, 1-347].
Así que la confesión, aquella de la que habla el Nuevo Testamento, es un tema bastante amplio.
Su relación con el tema general de la obediencia en todos los aspectos de la vida de alguien,
relación a la cual alude Furst, es preponderante a través de todo el Nuevo Testamento, y
también se refleja en la declaración de Bauer: «La confesión del evangelio encuentra expresión
en la sujeción obediente a sus requerimientos» (BAG, p. 568). Así como la fe, el amor y la
esperanza encuentran su pleno significado siguiendo a Cristo, confesar a Cristo es, por supuesto,
ser obediente a Cristo.
¿Cómo negamos a Cristo delante de los hombres?
Nuestra negación de Cristo se entiende fácilmente. Todo lo que hagamos, o nos neguemos a
hacer, que sea contrario a confesar a Cristo, tal como lo hemos definido previamente, es igual a
negar a Cristo. La palabra arneomai, traducida como negar en Mat. 10:32-33, significa declinar,
menospreciar, repudiar, o renegar. Cualquier creencia o práctica que nos lleve a ponernos en
contra de Cristo mismo o de alguna enseñanza específica autorizada por Cristo, es una creencia
práctica que niega a Cristo. No es necesario que sea, y en la mayoría de los casos no lo será, una
declaración explícita tal como: «No creo que Cristo sea el Hijo del Dios viviente». Podría ser que
nos neguemos a enseñar el evangelio a los perdidos. Eso es negar a Cristo. Podría ser que
defendamos que uno no tiene que ser bautizado para obtener la salvación. Esto niega a Cristo.
Podría ser que creamos que todas las personas buenas en las distintas denominaciones del
mundo pueden ser salvas sin tener que obedecer el evangelio. Eso también es negar a Cristo.
Podría ser que creamos y practiquemos algo contrario a la enseñanza bíblica acerca del
matrimonio, de la comunión o la moral. Todo esto, y más cosas como estas, puede contar como
negar a Cristo. Todo aquello que no cumpla con la obediencia a voluntad y a la palabra de Dios
es una negación a Cristo.
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