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JESÚS — UN MAESTRO VERDADERAMENTE DEFINITIVO

                                                ¿Cómo nos confiesa Cristo?
                  La  confesión  de  Cristo  (o  negación)  de  aquellos  que  lo  han  confesado  (o  negado)  se  dará
                  finalmente en el juicio que se hará a toda la humanidad. Jesús nos confesará delante del Padre
                  en el sentido de que reafirmará nuestra fidelidad en aquel día (comp. Mat. 25:34-40). O nos
                  negará en ese día en el sentido de que negará que hayamos sido fieles (comp. Mat. 7:23; 25:4-
                  45). Los que han sido fieles son aquellos que han obedecido haciendo aquellas cosas que Cristo
                  espera de nosotros. Los infieles son aquellos que no han obedecido de esta manera. El cielo es
                  la recompensa de los fieles; el infierno es el castigo para los infieles. Este principio aplica no
                  solamente a la fidelidad en la benevolencia sino también a la fidelidad (o infidelidad) en asuntos
                  morales y doctrinales (Ro. 2:17ss; Gál. 1:6-10).

                                                        Conclusión
                  La  confesión  es  importante.  El  concepto  bíblico  de  confesión  incluye,  pero  no  debe  estar
                  limitado a, una declaración verbal de fe previa al bautismo. Está intrínsecamente relacionada
                  con la fe (la cual debe continuar durante toda la vida cristiana), al arrepentimiento (el cual deben
                  tener  todos  los  cristianos  cuando  sean  culpables  de  pecado)  y  a  todos  los  aspectos  de  la
                  obediencia a la voluntad de Dios y de Cristo. Cuando fallamos en «confesar» a Cristo en cualquier
                  de estas formas, somos culpables de negar a Cristo, y de este modo estamos propensos a ser
                  «negados» por Cristo. Nadie quiere escuchar que Cristo lo niegue diciendo: «Nunca te conocí;
                  apártate de mí, hacedor de maldad».

                  Para confesar a Cristo, y evitar la condenación eterna, debemos amar la verdad, creer y practicar
                  la verdad, y defender la verdad contra todo aquello que es falso. Debemos hacerlo ante aquellos
                  que están sin Cristo en el mundo para ganarlos para Cristo, y debemos hacerlo ante los cristianos
                  infieles en la iglesia de Cristo, para salvar sus almas de la condenación eterna. No podemos
                  confesar verdaderamente a Cristo sin involucrar nuestras vidas y servicio al Señor con toda la
                  fuerza de nuestro ser.


























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