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JESÚS — UN MAESTRO VERDADERAMENTE DEFINITIVO

                                                      Lección 9

                                  «… no puede entrar en el reino de Dios»


                                                     (Juan 3:1-5)




                  «Había un hombre de los fariseos, llamado Nicodemo, prominente entre los judíos. Este vino
                  a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie
                  puede hacer las señales que tú haces si Dios no está con él. Respondió Jesús y le dijo: En verdad,
                  en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo:
                  ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el
                  vientre de su madre y nacer? Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace
                  de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios».

                  La historia del Antiguo Testamento había señalado hacia adelante y preparado el camino para
                  el establecimiento del reino del Señor entre los hombres. Juan el Bautista había predicado que
                  «el reino de los cielos se ha acercado» (Mat. 3:1-2). El Señor mismo, durante su ministerio
                  terrenal,  había  predicado  que  «…  el  reino de  los  cielos  se  ha  acercado» (Mat.  4:17).  En el
                  momento  que  se  dio  la  conversación  entre  el  Señor  y  Nicodemo,  el  reino  no  había  sido
                  establecido. El Señor habló proféticamente, y explicó a Nicodemo cómo los hombres podrían
                  entrar en el reino de Dios.

                  En el versículo 3, el Señor dice: «el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios».
                  Nicodemo no entendió así que preguntó: «¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo?
                  ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?». Así que el Señor
                  explicó en el versículo 5 lo que había dicho en el versículo 3. El Señor dijo: «el que no nace de
                  agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios». Repetimos, el versículo 5 es una
                  explicación del versículo 3. Lo que está en el versículo 5, está en el versículo 3; lo que está en el
                  versículo 3, está en el versículo 5. Si se contempla un nacimiento en el versículo 3, se contempla
                  un nacimiento en el versículo 5. Nacer «de nuevo» (del versículo 3) es «nacer del agua y del
                  Espíritu» (del versículo 5). «Ver» el reino de Dios (del versículo 3) es «entrar» al reino de Dios
                  (del versículo 5).
                  Claramente el Señor hablaba acerca de cómo los hombres (seres humanos en edad responsable)
                  entrarían al reino de Dios. Así que el Señor enseñó que: (1) Su reino sería establecido; (2) sería
                  posible que los hombres—seres humanos—entraran en él; (3) los hombres—seres humanos—
                  podrían entrar en él únicamente naciendo del agua y del Espíritu. Además, el Señor enseñó por
                  implicación la necesidad que los hombres tienen de entrar en el reino de Dios.
                  El Nuevo Testamento enseña que el «reino» del Señor y la «iglesia» del Señor son un y el mismo.
                  Tal como se registra en Mateo 16:18-19, el Señor dijo: «Y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y
                  las  puertas  del  Hades  no  prevalecerán  contra  ella.  Yo  te  daré  las  llaves  del  reino  de  los
                  cielos…». Las palabras «iglesia» y «reino» se refieren a la misma institución divina. De modo
                  que, es claro que en su conversación con Nicodemo el Señor estaba discutiendo acerca de cómo
                  los seres humanos en edad responsable podrían ser parte de Su iglesia.
                  Pero, el Nuevo Testamento también enseña que la iglesia del Señor es el cuerpo espiritual del
                  Señor: «Él es también la cabeza del cuerpo que es la iglesia…» (Col. 1:18). Así que, estar en la


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