Page 132 - Tito - El martirio de los judíos
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honderos que se hallaban en su cúspide podían alcanzar a los judíos
                dedicados a apuntalar la muralla.

                Bruscamente, una parte del primer recinto se vino abajo en medio de
                una nube de polvo, y nuestros soldados se abalanzaron en el interior de
                la ciudad.


                Era el 25 del mes de mayo. La primera muralla acababa de caer.

                Entré en Jerusalén al lado de Tito y de Flavio Josefo. Los combatientes
                judíos y la población se habían parapetado tras la segunda muralla, que
                tomaba apoyo en una de las torres de la fortaleza Antonia, la cual a su
                vez dominaba y defendía el Templo.


                Tito se sentó entre los escombros.


                A su alrededor, los legionarios derribaban las casas de ese barrio de la
                ciudad nueva y ya habían echado abajo el primer recinto. Jerusalén
                tenía esa llaga abierta en el flanco.


                Pero los judíos no desistían. Sus flechas, disparadas desde la segunda
                muralla, caían a pocos pasos de Tito, que no se movía mientras miraba
                con fijeza la torre Antonia. Ni siquiera parecía ver a los judíos que
                surgían por las puertas de la muralla para intentar repelernos fuera de
                la ciudad,

                Pero ya era demasiado tarde: tuve la impresión de que la agonía había
                empezado. Sabía que sería larga y cruel.


                —Los judíos sobrellevan bien las desgracias —musitó Tito volviéndose
                hacia Flavio Josefo.


                Se oían los impactos y los gritos de uno de esos combates que se
                libraban día y noche al pie de la segunda muralla.

                —¿Qué esperan conseguir luchando de ese modo? —prosiguió Tito.


                —El miedo alimenta su valor y su audacia —murmuró Flavio Josefo.


                —¿Por cuánto tiempo?

                Entonces Tito se levantó y empezó a dar órdenes para preparar el
                asalto a la segunda muralla.


                Nuestras tropas la conquistaron cinco días después de la primera.

                Descubrí las callejuelas de esos barrios que se creían a resguardo tras
                la muralla.








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