Page 176 - Tito - El martirio de los judíos
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Y salía de la habitación o de la tienda, ahogando un sollozo sin
conseguir entender el motivo.
En varias ocasiones llegué a arrodillarme, a tumbarme sobre la arena, a
rezar a ese dios que había padecido el tormento, ese al que estaba
traicionando al abusar del cuerpo de Leda, ese que parecía comprender
lo que yo sentía y que contenía mi brazo cuando tenía ganas de golpear
a Leda, puede que de matarla; ¿pues qué era una vida en esta tierra de
Judea donde Tito sacrificaba a diario miles de ellas, sin crueldad, para
agradecer a esas ciudades de Siria, a esos soldados auxiliares, que
hubiesen sido sus aliados en la guerra?
Así había sido siempre desde los orígenes de la humanidad.
¿Llegaría esto alguna vez a cambiar?
¿Reinaría alguna vez en el corazón de los hombres la religión de
sufrimiento y de piedad que los discípulos de Cristo el crucificado
intentaban extender?
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