Page 55 - Tito - El martirio de los judíos
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Interrumpió sus palabras cuando Vespasiano se acercó a él con
                expresión de curiosidad.

                —Si no fuera un enviado de Dios —prosiguió Josefo—, ¿crees que yo,
                que conozco la ley de los judíos y cómo, según ella, procede que los
                generales mueran, estaría delante de ti, encadenado pero vivo?

                Vi a Vespasiano hacer una mueca como si, de repente, Josefo lo
                decepcionara al intentar justificarse por haber preferido la vida a la
                muerte. Temí que en ese instante echara al prisionero fuera de su tienda.
                Pero Josefo siguió hablando.

                —¿Me mandas a Nerón? ¿Para qué? ¿Acaso piensas que los que van a
                suceder a Nerón se mantendrán en el poder? Los echarán de él.
                Morirán y tú serás el nuevo César, Vespasiano. Tú y luego tu hijo, aquí
                presente.


                Calló como para que Vespasiano y Tito tuvieran tiempo de tomar
                conciencia de la importancia de su profecía, hecha en nombre de su
                dios.

                —Ahora —añadió por fin—, haz que aprieten mis cadenas y guárdame
                para ti. Porque no sólo eres el amo absoluto de mi persona, César, sino
                de la tierra, del mar y de toda la raza humana.

                Se expresó con tanto vigor y solemnidad que no dudé de su profecía
                después de que añadiera:


                —En cuanto a mí, pido que se me castigue con un encierro más riguroso
                si se me considera culpable de ligereza para con la palabra de Dios.

                Vespasiano y Tito parecían haber quedado subyugados, y, sin
                pensármelo, recordando las acusaciones de la mujer que lo denunció,
                me dirigí a Josefo: su profecía podía no ser sino una estrategia para
                salvar el pellejo, para librarse del destino de todo vencido. Porque si su
                dios le hablaba, le revelaba el porvenir, ¿por qué no le predijo que
                Jotapata sería vencida y destruida tras un asedio de cuarenta y siete
                días?

                Ni siquiera se dignó mirarme y no vaciló en contestarme con un dejo de
                desprecio. Había, en efecto, anunciado la derrota. Sobrevendría tras
                cuarenta y siete días, llegó a precisar, pero ninguno de los habitantes de
                Jotapata había querido creerlo. También les había dicho que la mayoría
                de ellos perecería y que él, su general, sería capturado vivo por los
                romanos.


                —¡Encadenado y bajo estrecha vigilancia! soltó entonces Vespasiano
                entregándome a Josefo ben Matías.








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