Page 80 - Tito - El martirio de los judíos
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—Nerón está vivo.
—No es a él a quien han matado.
—Ha huido.
—Regresará con las legiones de Asia, la de los gigantes.
—Estaba herido, pero lo han curado.
De repente, la muchedumbre se abrió y vi avanzar, rodeado de
pretorianos, a Ninfidio Sabino, más encorvado que de costumbre, quien
parecía sólo poder mirar el suelo pero se aproximaba con paso resuelto
hacia el sarcófago, deteniéndose ante la silueta de una mujer cubierta
por largos velos negros.
La agarró por el brazo y la obligó a volverse hacia él.
Reconocí a Sporo, con su rostro maquillado en que las lágrimas habían
dibujado dos surcos negruzcos que le dividían las mejillas.
Sabino le retiró con viveza uno de los velos, dejando al descubierto la
cara pintada que hacía de Sporo el castrado el doble de Popea, la
esposa recreada de Nerón.
Sabino lo arrastró mientras los pretorianos le abrían paso entre el
gentío que murmuraba: «Es Popea, Popea, la esposa de Nerón…».
Una voz, sin duda la de un partidario de Sabino, uno de esos hombres
que quienes detentan el poder pagan para que los aplaudan, exclamó:
—¡Viva el nuevo Nerón, viva Sabino-Nerón, y su esposa Popea!
Cerré los ojos.
La Bestia siempre renace de sus cenizas.
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