Page 106 - Resiliente
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estar convulsionando o quizás entrando en un rigor mortis,
saqué otros antibióticos que encontré, anticonceptivos,
y todo lo que había dejado, salí y luego cerré cuidadosamente
la puerta de la droguería.
Salí a la calle, respiré el aire cargado de podredumbre, y me
dirigí al Toyota sin decir una sola palabra, Máximo tomo el
volante de mi jeep, y formamos una caravana hacia La Pedregosa.
El viaje fue tranquilo, de hecho observe más los destrozos
y simplemente mi cabeza comenzó a maquinar los hechos como
una película: los zombis destrozaban la cuarentena del centro,
miles de ellos en el control militar, se nota que los convoy
no funcionaron, la gente sin saber nada comenzó revueltas,
saqueos... todo el mundo a la calle, una horda, se va la luz
en el sector, la retirada de los militares, la infección de
la parcial cantidad de gente, infectados e histéricos por
todos lados, el virus cae en las morgues de los CDI y de los
centros de atención comunitarios, a los seguros sociales y las
cruces rojas, los muertos se infectan propicios para esparcir
la infección, un ejército de zombis, acaban con cada uno de los
sobrevivientes, y eso lleva a la destrucción que miro.
En mi sector, igual, un descuido de un militar o de dos, infor-
mación de mas, o demasiada desinformación da igual tener exceso
de ambas, todo eso es malo, los zombis escapan de la UCI por
la insensata orden del gobernador para la directora en mante-
nerlos vivos y buscar una cura.
Se escapan, acaban con el personal del hospital, infectan,
se multiplican, el virus cae a la morgue por donde yo me
escape, los muertos en buen estado se levantan como revividos,
matan al personal.
Desde fuera se dan cuenta de los problemas de adentro,
descuidan los controles, miles de zombis de afuera rompen
los controles, entran, asesinan a los soldados, quizás los
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