Page 258 - Resiliente
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No pude dormir bien esa noche, a la mañana siguiente, tipo 5:30

                                    a. m. estaba ya como un clavel cargando de combustible al jeep
                                    y encendiendo el motor para calentarlo y prepararlo para el

                                    esfuerzo, la idea de que Cleo fuera me pululaba en la cabeza,
                                    y era como un ensordecedor ruido para mí.



                                    No porque dudara de las habilidades de ella, sino porque duda-

                                    ría mucho de las habilidades de Máximo, ellos salieron bastante
                                    animados los dos a las 6 y 34 aproximadamente, mientras

                                    que Mauro se exhibía del otro lado con Laura, con la barreta
                                    entre las manos y todo vestido de negro, mientras ella estaba

                                    con ropa deportiva.



                                            —Vale —dije yo asintiendo. —¿Todo listo?
                                            —Si, —dijo Máximo. —preparado.

                                            —¿Tu Cleo? —dije yo.
                                            —Más que nunca.

                                            —Vale, yo no sé si Máximo te dijo las reglas pero...
                                            —Sí, ya me conto. —dijo ella sonriendo.

                                            —No lo dudaba. —dije yo.



                                    Observe que Máximo vestía un jean azul, botas vaqueras
                                    de punta de acero y una franela negra con una chaqueta y una

                                    gorra, Cleo vestía con una maya negra y una blusa.



                                    Le di a ella el bate, a Máximo le di su machete y yo tome
                                    el hacha la cual adapte en mi cintura, Mauro se asomó sobre

                                    el muro para despedirse con un gesto de la mano, apreté el ace-
                                    lerador y comenzamos la faena.



                                    Aún estaba amaneciendo, supongo que por la temporada el sol

                                    tardaba más en salir, bajamos a toda velocidad por la Pedre-
                                    gosa, mirando a lo dispersos Z moviéndose como un cardumen de

                                    peces cuando escuchaban el ruido, pero creo que la experiencia
                                    nos estaba comenzando a amoldar rápidamente, giraba el volante

                                    con precisión esquivando a los Z y a los que podía atropellar
                                    sin riesgo, los aplastaba sin dudarlo.




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