Page 38 - Resiliente
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Camila me miro con un terror espantoso, pero no se escuchó

                                    ningún chillido de perro por la cercania.



                                            —No podemos hacer nada. —dije mirándola —Ojalá Paco se
                                    pueda escapar.



                                    Corrimos hacia la calle cautelosamente abriendo una puerta que

                                    daba hacia el garaje donde estábamos, cuando salimos conté unos
                                    veinte zombis abarrotándose por la escalera, y cuando me fije, vi

                                    la mota blanca de Paco, el poodle de mi esposa saliendo por en-
                                    tre sus piernas a toda velocidad, cuando paso a mi lado lo aga-

                                    rre y comenzamos a correr como loco, los zombis se nos pegaron
                                    atrás rápidamente, era poca la ventaja que teniamos.


                                    Camila corría un poco más rápido que yo y realmente lo prefería

                                    así, agarre la escopeta, me gire y dispare.



                                            —¡Prende el jeep! —le grite.
                                            —¿Qué?

                                            —¡Que prendas el puto jeep! ¡Yo los detengo!



                                    Ella corrió y se brincó el bloqueo militar y se metió
                                    en mi jeep, yo había dejado las llaves pegadas, Camila encen-

                                    dió el motor y se puso al volante, yo dispare dos tiros de la
                                    escopeta que ninguno dio en el blanco, me brinque el bloqueo

                                    y lance al perro al asiento posterior, y me tire hacia el asien-
                                    to del copiloto, recuerdo que Camila metía toda la velocidad

                                    y salimos disparados de nuevo en dirección hacia la avenida,
                                    me asome por la ventana y observe que los zombis que ahora

                                    se habían multiplicado por los disparos se estaban intentando
                                    brincar el bloqueo.



                                            —¡El puto perro se escapó! —grito Camila eufórica

                                    —¡Se escapó!
                                            —¡SI! —respondia yo igualmente emocionado por lo sorpren-

                                    dete de su escape.






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