Page 65 - Resiliente
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Bitácora  de Mario D:


                   Salimos de aquel horrendo hueco cargando a Mauro hasta la mitad

                   del Mercado, tosía mucho y estaba en la mitad de la conciencia,

                   Máximo lo agarro de los brazos y lo cargo hasta dejarlo acos-
                   tado en el mostrador, miré hacia la reja que cerraba el recinto
                   y pude percatarme de que estaba siendo golpeada desde afuera.




                   Me dio mala espina, aquel sitio no iba a durar mucho, y Mauro
                   en aquel estado tampoco.



                          —Qué hora tenemos —le dije a Máximo.



                   Él se revisó el reloj y me dijo que eran las dos de la tarde,
                   cuatro horas de luz en aquella época del año, maldije varias

                   veces en silencio.



                          —Ya está —le decía Máximo agarrándole la cabeza a Mauro
                   —Ya está... eres un duro, sabía que estabas vivo, te vamos a

                   sacar de aquí ¿Me oyes?

                          —No va a durar mucho —le dije a Máximo agarrándole el
                   pulso que era muy débil —esta horriblemente deshidratado, nece-
                   sita medicina, necesita descansar.

                          —Tenemos que llevarlo a La Pedregosa urgente allá podremos

                   cuidar de él.
                          —No va a llegar —le dije mirándole —ahorro la fuerza hasta
                   esperarnos, pero ahora caerá en un coma si no le damos agua y

                   nutrientes, tengo que ir a la farmacia.

                          —¿Qué? ¿Solo? No puedes ir a la maldita farmacia ¡Esas co-
                   sas están por toda la puta calle! —grito Máximo.
                          —No está sujeto a discusión, si no voy, se muere ¿Qué

                   mierda quieres que haga? ¿Qué me quede aquí mirando cómo se le

                   agota lo que le queda de vida? Necesito buscar solución hidra-
                   tante —dije yo —y ruega por que allá.











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