Page 103 - Aldous Huxley
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-Cada proceso de fabricación -explicó el director de Elementos Humanos- es confiado,
dentro de lo posible, a miembros de un mismo Grupo de Bokanovsky.
Y, en efecto, ochenta y tres Deltas braquicéfalos, negros y casi desprovistos de nariz, se
hallaban trabajando en el estampado en frío. Los cincuenta y seis tornos y mandriles de
cuatro brocas eran manejados por cincuenta y seis Gammas aguileños, color de jengibre.
En la fundición trabajaban ciento siete Epsilones senegaleses especialmente
condicionados para soportar el calor. Treinta y tres Deltas hembras, de cabeza alargada,
rubias, de pelvis estrecha, y todas ellas de un metro sesenta y nueve centímetros de
estatura, con diferencias máximas de veinte milímetros, cortaban tornillos. En la sala de
montajes las dínamos eran acopladas por dos grupos de enanos Gamma-Más. Los dos
bancos de trabajo, alargados, estaban situados uno frente al otro; entre ambos reptaba la
cinta sin fin con su carga de piezas sueltas; cuarenta y siete cabezas rubias se alineaban
frente a cuarenta y siete cabezas morenas. Cuarenta y siete machos frente a cuarenta y
siete narigudos; cuarenta y siete mentones escurridos frente a cuarenta y siete mentones
salientes. Los aparatos, una vez acoplados, eran inspeccionados por dieciocho
muchachas idénticas, de pelo castaño rizado, vestidas del color verde de los Gammas,
embalados en canastas por cuarenta y cuatro Delta-Menos pernicortos y zurdos, y
cargados en los camiones y carros por sesenta y tres Epsilones semienanos, de ojos
azules, pelirrojos y pecosos.
-¡Oh maravilloso nuevo mundo ... !
Por una especie de chanza de su memoria, el Salvaje se encontró repitiendo las palabras
de Miranda:
-¡Oh maravilloso nuevo mundo que alberga a tales seres!
-Y le aseguro -concluyó el director de Elementos Humanos, cuando salían de los talleres
que apenas tenemos problema alguno con nuestros obreros. Siempre encontramos...
Pero el Salvaje, súbitamente, se había separado de sus acompañantes y, oculto tras un
macizo de laureles, estaba sufriendo violentas arcadas, como si la tierra firme hubiese
sido un helicóptero con una bolsa de aire.
En Eton, aterrizaron en la azotea de la Escuela Superior. Al otro lado del Patio de la
Escuela, los cincuenta y dos pisos de la Torre de Lupton destellaban al sol. La
Universidad a la izquierda y la Cantoría Comunal de la Escuela a la derecha, levantaban
su venerable cúmulo de cemento armado y vita-cristal. En el centro del espacio
cuadrangular se erguía la antigua estatua de acero cromado de Nuestro Ford.
El doctor Gaffney, el Preboste, y Miss Keate, la Maestra Jefe, les recibieron al bajar del
aparato.
-¿Tienen aquí muchos mellizos? -preguntó el Salvaje, con aprensión, en cuanto
empezaron la vuelta de inspección.
-¡Oh, no! -contestó el Preboste-. Eton está reservado exclusivamente para los
muchachos y muchachas de las clases más altas. Un óvulo, un adulto. Desde luego, ello
hace más difícil la instrucción. Pero como los alumnos están destinados a tomar sobre sí