Page 102 - Aldous Huxley
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                  ... es preciso mostrar a dicho Salvaje la vida civilizada en todos sus aspectos, decían las
                  instrucciones de Bernard.

                  En aquel momento le estaba enseñando una vista panorámica  de  la  misma,  desde  la
                  plataforma de la Torre de Charing-T. El Jefe de la Estación y el Meteorólogo Residente
                  actuaban en calidad de guías. Pero Bernard llevaba casi todo el peso de la conversación.
                  Embriagado, se comportaba exactamente igual que si hubiese sido, como mínimo, un
                  Interventor Mundial en visita. Más liviano que el aire.

                  El Cohete Verde de Bombay cayó del cielo. Los pasajeros se apearon. Ocho mellizos
                  dravídicos  idénticos, vestidos de color caqui, asomaron por las ocho portillas de la
                  cabina: los camareros.

                  -Mil doscientos cincuenta kilómetros por hora -dijo solemnemente el Jefe  de  la
                  Estación-. ¿Qué le parece, Mr. Salvaje?


                  John lo encontró magnífico.

                  -Sin embargo -dijo- Ariel podía poner un cinturón a la tierra en cuarenta minutos.


                  El Salvaje -escribió Bernard en su informe a Mustafá  Mond-  muestra,
                  sorprendentemente, escaso asombro o terror ante los inventos de la civilización. Ello se
                  debe en parte, sin duda, al hecho de que había oído hablar de ellos a esa mujer llamada
                  Linda, su m ...

                  Mustafá frunció el ceño. ¿Creerá ese imbécil que soy demasiado ñoño para no poder ver
                  escrita la palabra entera?

                  En parte porque su interés se halla concentrado en lo que él llama "el alma", que insiste
                  en  considerar  como  algo enteramente independiente del ambiente físico; por
                  consiguiente, cuando intenté señalarle que ...

                  El Interventor se saltó las frases siguientes, y cuando se disponía a volver la hoja en
                  busca de algo más interesante y concreto, sus miradas fueron atraídas por una serie de
                  frases completamente extraordinarias.

                  ...  aunque debo reconocer -leyó- que estoy de acuerdo con el Salvaje en juzgar el
                  infantilismo civilizado demasiado fácil o, como dice él, no  lo  bastante  costoso;  y
                  quisiera aprovechar esta oportunidad para llamar la atención de Su Fordería hacia ...

                  La ira de Mustafá Mond cedió el paso casi inmediatamente al buen humor. La idea de
                  que aquel individuo pretendiera solemnemente darle lecciones a él -a él- sobre el orden
                  social, era realmente demasiado grotesca. El pobre tipo debía de haberse vuelto loco.
                  Tengo que darle una buena lección, se dijo; después echó la cabeza hacia atrás y soltó
                  una fuerte carcajada. Por el momento, en todo caso, la lección podía esperar.

                  Se trataba de una pequeña fábrica de alumbrado para helicópteros, filial de la Sociedad
                  de  Equipos  Eléctricos.  Les recibieron en la misma azotea (porque los efectos de la
                  circular de recomendación del Interventor eran mágicos) el Jefe Técnico y el Director
                  de Elementos Humanos bajaron a la fábrica.
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