Page 115 - Aldous Huxley
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                  donde se apiñaba la gente...

                  Todos los silencios se regocijan,


                  lloran (en voz alta o baja)

                  hablan, pero ignoro


                  con la voz de quién.

                  La ausencia de los brazos.


                  los senos y los labios

                  y los traseros de Susan


                  y de Egeria forman lentamente

                  una presencia. ¿Cuál? Y, pregunto,


                  ¿de qué esencia tan absurda

                  que algo que no es


                  puebla, sin embargo,

                  la noche desierta más sólidamente


                  que es otra con la cual copulamos

                  y que tan escuálida nos parece?

                  -Bueno  -prosiguió Helmholtz-, les puse estos versos como ejemplo, y ellos me
                  denunciaron al Principal.


                  -No me sorprende -dijo Bernard-. Van en contra de todas las enseñanzas hipnopédicas.
                  Recuerda que han recibido al menos doscientas  cincuenta  mil  advertencias  contra  la
                  soledad.


                  -Lo sé. Pero pensé que me gustaría ver qué efecto producía.

                  -Bueno, pues ya lo has visto.


                  Bernard  pensó  que,  a  pesar  de todos sus problemas, Helmoltz parecía intensamente
                  feliz.


                  Helmholtz y el Salvaje hicieron buenas migas inmediatamente. Y con tal cordialidad
                  que Bernard sintió el mordisco de los celos. En todas aquellas semanas no había logrado
                  intimar con el Salvaje tanto como lo logró Helmholtz  inmediatamente.  Mirándoles,
                  oyéndoles hablar, más de una vez deseó no haberles presentado. Sus celos  le
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