Page 120 - Aldous Huxley
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Una hora después, en el Vestuario, Fanny protestaba enérgicamente:
-Es absurdo que te abandones a este estado. Sencillamente absurdo -repitió-. Y todo,
¿por qué? ¡Por un hombre, por un solo hombre!
-Pero es el único que quiero.
-Como si no hubiese millones de otros hombres en el mundo.
-Pero yo no los quiero.
-¿Cómo lo sabes si no lo has intentado? -Lo he intentado.
-Pero, ¿con cuántos? -preguntó Fanny, encogiéndose despectivamente de hombros-.
¿Con uno? ¿Con dos?
-Con docenas de ellos. Y fue inútil -dijo Lenina, moviendo la cabeza.
-Pues debes perseverar -le aconsejó Fanny, sentenciosamente. Pero era evidente que su
confianza en sus propias prescripciones había sido un tanto socavada-. Sin
perseverancia no se consigue nada.
-Pero entretanto...
-No pienses en él.
-No puedo evitarlo.
-Pues toma un poco de soma. -Ya lo tomo.
-Pues sigue haciéndolo.
-Pero en los intervalos sigo queriéndole. Siempre le querré.
-Bueno, pues si es así -dijo Fanny con decisión-, ¿por qué no vas y te haces con él?
Tanto si quiere como si no.
-¡Si supieras cuán terriblemente raro estuvo!
-Razón de más para adoptar una línea de conducta firme.
-Es muy fácil decirlo.
-No te quedes pensando tonterías. Actúa. -La voz de Fanny sonaba como una trompeta;
parecía una conferenciante de la A. M. F. dando una charla nocturna a un grupo de
Beta-Menos adolescente-. Sí, actúa, inmediatamente. Hazlo ahora mismo.
-Me daría vergüenza -dijo Lenina.
-Basta que tomes medio gramo de soma antes de hacerlo. Y ahora voy a darme un baño.