Page 125 - Aldous Huxley
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                  El Salvaje la cogió por las muñecas, le arrancó las manos de sus hombros y la apartó de
                  sí a la distancia de un brazo.

                  -¡Uy, me haces daño, me... oh!


                  Lenina calló súbitamente. El terror le había hecho olvidar el dolor. Al abrir los ojos,
                  había visto el rostro de John; no, no el suyo, sino el de un feroz desconocido, pálido,
                  contraído, retorcido por un furor demente.

                  -Pero, ¿qué te pasa, John? -susurró Lenina.


                  El Salvaje no contestó. Se limitó a seguir mirándola a la cara con sus ojos de loco. Las
                  manos que sujetaban las muñecas de Lenina temblaban. John respiraba afanosamente,
                  de  manera  irregular. Débil, casi imperceptiblemente, pero aterrador, Lenina oyó de
                  pronto su crujir de dientes.


                  -¿Qué te pasa? -dijo casi en un chillido.

                  Y, como si su grito lo hubiese despertado, John la cogió por los hombros y empezó a
                  sacudirla.

                  -¡Ramera! -gritó-. ¡Ramera! ¡Impúdica buscona!


                  -¡Oh,  no,  no  ...  ! -protestó Lenina, con voz grotescamente entrecortado por las
                  sacudidas.


                  -¡Ramera!

                  -¡Por favooor!


                  -¡Maldita ramera!

                  -Un graamo es meejor... -empezó Lenina.


                  El Salvaje la arrojó lejos de sí con tal fuerza que Lenina vaciló y cayó.

                  -Vete -gritó John, de pie a su lado, amenazadoramente-. Fuera de aquí, si no quieres que
                  te mate.

                  Y cerró los puños. Lenina levantó un brazo para protegerse la cara.


                  -No, por favor, no, John...


                  -¡De prisa! ¡Rápido!

                  Con un brazo levantado todavía y siguiendo todos los movimientos de John con ojos de
                  terror, Lenina se puso en pie, y semiagachada y protegiéndose la cabeza echó a correr
                  hacia el cuarto de baño.
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