Page 119 - Aldous Huxley
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                            CAPITULO XIII






                  Henry Foster apareció a través de la luz crepuscular del Almacén de Embriones.

                  -¿Quieres ir al sensorama esta noche? Lenina denegó con la cabeza, sin decir nada.


                  -¿Sales con otro?


                  A Henry le interesaba siempre saber cómo se emparejaban sus amigos.

                  -¿Con Benito, acaso? -preguntó.

                  Lenina volvió a denegar con la cabeza.


                  Henry observó la expresión fatigada de aquellos ojos purpúreos, la palidez de la piel
                  bajo el brillo de lupus, y la tristeza que se revelaba en las comisuras de aquellos labios
                  escarlata, que se esforzaban por sonreír.


                  -¿No  estarás  enferma?  -preguntó, un tanto preocupado, temiendo que Lenina sufriera
                  alguna de las escasas enfermedades infecciosas que aún subsistían.


                  Por tercera vez Lenina negó con la cabeza.


                  -De todos modos, deberías ir a ver al médico -dijo Henry-. Una visita al doctor libra de
                  todo dolor -agregó, cordialmente, acompañando el dicho hipnopédico con una palmada
                  en  el hombro-. Tal vez necesites un Sucedáneo de Embarazo -sugirió-. O un fuerte
                  tratamiento extra de S. P. V. Ya sabes que a veces la potencia del sucedáneo de Pasión
                  Violenta no está a la altura de...


                  -¡Oh, por el amor de Ford! -dijo Lenina, rompiendo su testarudo silencio-. ¡Cállate de
                  una vez!

                  Y volviéndole la espalda ocupóse de nuevo en sus embriones.

                  ¿Conque un tratamiento de S.V.P.? Lenina se hubiese echado a reír, de no haber sido
                  porque  estaba  a  punto  de llorar. ¡Como si no tuviera bastante con su propia P.V.!
                  Mientras llenaba una jeringuilla suspiró prohibidamente. John... -murmuró  para  sí-,
                  John ... Después se preguntó: ¡Ford! ¿Le habré dado a  éste  la  inyección  contra  la
                  enfermedad del sueño? ¿O no se la he dado todavía? No podía recordarlo. Al fin decidió
                  no correr el riesgo de administrar una segunda dosis, y pasó al frasco siguiente de la
                  hilera.

                  Veintidós años, ocho meses y cuatro días más tarde, un  joven  y  prometedor
                  administrador Alfa-Menos, en Muanza-Muanza, moriría de tripanosomiasis, el primer
                  caso en más de medio siglo. Suspirando, Lenina siguió con su tarea.
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