Page 131 - Aldous Huxley
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-Pues entonces apártelos de esta cama. -La voz del Salvaje temblaba de indignación-.
¿Qué vienen a hacer esos mocosos aquí? ¡Es vergonzoso!
-¿Vergonzoso? ¿Qué quiere decir? Así les condicionamos ante la muerte. Y le advierto -
prosiguió amenazadoramente- que si vuelve usted a poner obstáculos a su
acondicionamiento, lo haré echar por los porteros.
El Salvaje se levantó y avanzó dos pasos hacia ella. Sus movimientos y la expresión de
su rostro eran tan amenazadores que la enfermera, presa de terror, retrocedió. Haciendo
un gran esfuerzo, John se dominó, y, sin decir palabra, se volvió en redondo y sentóse
de nuevo junto a la cama.
Más tranquila, pero con una dignidad todavía un tanto insegura, la enfermera dijo:
-Ya le he advertido; de modo que ande con cuidado.
Sin embargo, alejó de la cama a los excesivamente curiosos mellizos y los hizo unirse al
juego del ratón y el gato que una de sus colegas había organizado al otro externo de la
sala.
La Super-Voz-Wurlitzeriana había aumentado de volumen hasta llegar a un crescendo
sollozante, y de pronto la verbena fue sustituida en el sistema de olores canalizados por
un intenso perfume de pachulí. Linda se estremeció, despertó, miró unos instantes, con
expresión asombrada, a los semifinalistas, levantó el rostro para olfatear una o dos veces
el nuevo perfume que llenaba el aire y de pronto sonrió, con una sonrisa de éxtasis
infantil.
-¡Popé! -murmuró; y cerró los ojos-. ¡Oh, cuánto me gusta, cuánto me gusta ...!
Suspiró y se recostó de nuevo en las almohadas.
-Pero, ¡Linda! -imploró el Salvaje- ¿No me conoces?
John sintió una leve presión de la mano en respuesta a la suya. Las lágrimas asomaron a
sus ojos. Se inclinó y la besó. Los labios de Linda se movieron.
-¡Popé! -susurró de nuevo.
Y John sintió como si le hubiese arrojado a la cara una paleta de basura.
La ira hirvió súbitamente en él. Frustrado por segunda vez, la pasión de su dolor había
encontrado otra salida, se había transformado en una pasión de furor agónico.
-¡Soy John! -gritó-. ¡Soy John!
Y en la furia dolorida llegó a cogerla por los hombros y a sacudirla.
Lentamente los ojos de Linda se abrieron, y le vio, le vio.
-¡John!