Page 104 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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         Los reinos helenísticos dejan una confusa sensación ele éxito y fraca­
     so. Por un lado, las graneles ciudades cosmopolitas, de amplias avenidas
     y nobles monumentos, con ana envidiable prosperidad, una burguesía
     dinámica y en plena expansión, y la helenización de una clase media en­
     tre los medios autóctonos; por otro lado, el marasmo del campo, dura­
     mente explotado y que no sacaba provecho alguno del nuevo orden. El
     rey y los grandes capitalistas que movían los hilos sólo se interesaban por
     sus beneficios y, conscientemente o no, favorecían esa ruptura entre el
     mundo  urbano y el mundo  rural que,  sólo en  apariencia,  estaba en  la
     onda del helenismo, porque, si bien la civilización clásica se definía cla­
     ramente a través de la ciudad,  ésta englobaba ciudad y campo.  Proba­
     blemente ya se estaba esbozando, antes incluso de la conquista, el Im­
     perio romano, cuyas grandezas y debilidades se inscribirían en el mismo
     marco antagonista.
        Lo más grave fue que la situación se deterioró especialmente en Egip­
     to, donde sacerdotes, soldados y funcionarios lograron cada vez más pri­
     vilegios en detrimento del soberano, y donde los campos, asolados por la
     anacoresis, cada vez se cultivaban menos. CJL Préaux ha hablado con pro­
     piedad de un «rechazo de las masas», abandonadas a su suerte, por las :
     que nada se hacía para mejorar su nivel de vida (lo cual hubiera podido
     ser un medio, desde la óptica capitalista, de revitalizar la economía) v a
     las que no se supo ofrecer un ideal que diera sentido a su trabajo.
         Cabe añadir, para no ser injustos, que ios. soberanos dieron lo mejor
     de sí mismos,  teniendo en  cuenta el pequeño numero de inmigrantes
     griegos y rnacedonios, incapaces de cambiar a unas masas indígenas mu­
     cho más numerosas. Volviendo a una conocida frase, aplicada al siglo de
     ios Antoninos por E. Albertini, bien pudiera decirse, con todas las pre*
     cauciones que conlleva, que el mundo helenístico fue, en aquel entonces,
     el menos malo de los mundos posibles. Tal era, por otra parte, el senti­
     miento que expresaba un dioketet al escribir; «Nadie tiene derecho a ha­
     cer lo que le plazca, pero todo está regulado del mejor modo posible».
        Por lo demás, el estudio dé la civilización que se desarroílá en aquel
     marco nos mostrará otras realizaciones, a nienudo restallantes.
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