Page 111 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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LA  ÚLTIMA  MUTACIÓN  DEL  HELENISMO  ESPIRITUAL  1 1 1

      On lirismo de la evasión

         La poesía merece, en lo esencial, su nombre tradicional de poesía
      alejandrina, ya que fue en k  corte de los lágidas donde vivieron, al me­
      nos en parte, los mayores poetas.
         Ya hemos destacado algunos de sus rasgos —en primer lugar, su na­
      turaleza cortesana—. La alabanza del soberano, a menudo desenfrena­
      da, tomó el lugar que anteriormente había ocupado el amor a la patria,
      El elogio era tanto directo, realzado con mentiras piadosas, como indi­
      recto, gracias a hábiles comparaciones mitológicas. En tales poemas cor­
      tesanos, el estilo está a la altura de la inspiración: envarado, frío, repleto
      de perífrasis rebuscadas o de apostrofes inútiles.
         Fuese cual fuese el tema tratado, la poesía se tornó culta. Conviene,
      no obstante, señalar de nuevo que,  a excepción  de los F enóm enos de
      Aíato, los versos no acogen a la verdadera ciencia, que a la sazón cono­
      cía grandes adelantos, sino a la erudición, especialmente la arqueología,
      la historia, la geografía y la mitología.  Algunos  pasajes de Calimaco y,
      sobre todo, de Lícofrón son totalmente ilegibles para nosotros si no dis­
      ponemos de una edición comentada que utilice los trabajos de los glosa­
      dores antiguos o bizantinos,  a menudo  también  harto  desamparados
      frente a tanta alusión oscura.
         Pero el genio de los alejandrinos es algo más que la poesía cortesana
      o erudita, pues aparece una nueva sensibilidad, delicada o profunda, pe­
      ro siempre matizada y diversa. Los sentimientos familiares se manifiestan
      de buen grado, e incluso el afecto por los anímales domésticos, visible en
      tantos epitafios a compañeros íntimos; el amor reina por completo en ese
      nuevo lirismo, y aparece por todas partes: los rudos guerreros homéricos
      se convierten en galanes afortunados en amores; el propio Cíclope, el
      horrible Cíclope de Homero, es, en una de las más encantadoras elegías
      de Teócríto, un enamorado perdido que emociona por su infortunio y
      el desprecio con que lo colma su amada, No es frecuente, como en el ca­
     so de los Argonautas de Apolomo, que aparezca la pintura detallada de
     una pasión; normalmente, se trata de piezas breves, que traducen, con
     patetismo, una situación amorosa. Suele insist irse en todo lo que hay de
     afectación y de poca chispa en tales poesías, en las que, ciertamente, los
     amores y las metáforas de luceros, rayos y cadenas abundan en demasía.
     Pero no hay que olvidar que esas imágenes, penosamente banaiizadas a
     lo largo de los siglos, empezaban entonces su andadura. Por lo demás,
     en las más bellas elegías de Teócrito o de sus mejores imitadores, se oyen
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