Page 114 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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     nos, ni los juegos eróticos o musicales de los pastores. Su exquisita sen­
     sibilidad, algo femenina, produce un efecto maravilloso cuando exalta
     las efímeras alegrías y las penas duraderas del amor. Se compadece de
     los amores de Heracles con elgntómás desesperado de la Antigüedad
     (13, 66): «¡Desdichados los que aman!». Evoca filtros y refranes de la jo­
     ven deshonrada y abandonada (las Magas). Pero sus Siracusanasson un
     mimo suculento y brutal, al tiempo que una delicada evocación de ks li­
     turgias áulicas. Su verbo bucólico sería imitado ampliamente por Mos­
     co, Bión, e innumerables anónimos, cuya producción es muy mediocre,
     salvo excepciones como la de la deliciosaOárishs, que sigue siendo la
     conversación amorosa más sensual de ia poesía antigua. Creador indis­
     cutible de un género que se estancó rápidamente, el delicado ^sensible
     Teócrito no merecía el descrédito que algunos émulos torpes, entre los
     que tal vez cupiese incluir al gran Virgilio, arrojaron sobre él.
        Calimaco, bibliotecario en Alejandría durante los reinados de Fila­
     delfo y Evergetes, es el gran autor de ios Orígenes, de las Elegías y de los
     Himnos, Animado por una clara conciencia de la dignidad de la poesía,
     detestaba a los críticos, «azotes de los poetas que sumergen el espíritu de
     los niños en la oscuridad» chinches que devoran los versos hermosos»,
     Es una lástima que tuviera un gusto tan acentuado por lo excéntrico, por
     la alusión, y que se deleitara con up áspero estilo.
        Su intratable enemigo,7 Apolonio de Rodas, quiso hacer una copia de la
     Odisea con los Argonautas·, como plagio resultaría, insoportable a no ser
     por una admirable pintura de la pasión de Medea. Ara to, el favorito de
     Gonatas, fue todavía más audaz: en sus Fenómenos tradujo en versos el sis­
     tema astronómico de Eudoxo de Cnido y demostró que la inspiración de
     la filosofía más elevada no era incompatible con la poesía. El oscuro Lico-
     frón, bibliotecario de Filadelfo, desplegó en una larga monodia, i4%0«¿/r¿í,
     ios lamentos profétícos de la infortunada Casandra,  que llega incluso a
     predecir la grandeza de Roma. Poseía el artede la fórmula atrevida, como
     cuando trataba a Cikenmestra de «puta respetuosa», pero a menudo se
     pierde en las incomprensibles sutilezas de una poesía hermética. Heroidas


        7.   La querella de Calimaco con su discípulo Apolonio muestra el encarnizamiento
     de las luchas en los cenáculos. Calimaco sólo toleraba ios poemas conos y Apolonio que­
     ría escribir una epopeya. El asunto se envenenó. Apoiomo declaró en un epigrama que su
     maestro era «un indecente, un juguete frívolo, un pedazo de madera». Calimaco respon­
     dió  mediante eí Ibis (que sólo  conocemos por ia adaptación latina de Ovidio),  compa­
     rando a su adversario con aquel pájaro de costumbres inmundas, consagrado a Hermes,
     dios de los ladrones. Apolonio tuvo que exiliarse en Rodas, donde escribiría su obra.
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