Page 124 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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124                   EL  MUNDO  HELENÍSTICO

         El epicureismo ganó rápidamente numerosos adeptos. El más cono­
      cido es, sin duda, Filónicles de Laodicea (200-130), cuya biografía fue
      descubierta en un papiro de Herculano: alumno del matemático Apolo­
      nio de Perga, abrió una escuela en Antioquía y convirtió a Demetrio So­

      ter7al epicureismo; realizó varios viajes a Atenas para conversar con Ba­
      sil ides, escolarca de la patria de la secta.
         Incluso puede comprobarse, no sin cierto asombro, que el éxito del
      epicureismo  no fue menos intenso en la Roma republicana. Es cierto
      que, al principio, suscitó bastante desconfianza, debido a la naturaleza
      ambigua de la búsqueda del placer planteada como fundamento de la
      moral: cabe recordar las bromas de Fabricio Luscino a cuenta dei epi­
      cúreo Cineas, legado del  rey Pirro. Pero sus progresos fueron rápidos
      desde que dos griegos lo introdujeron (en el 173 o en el 1,54). Hacía tí­
      ñales de siglo, Amafinio escribió un tratado epicúreo en latín, y, en tiem­
      pos de las guerras de Mitrídates, el escolarca Faidros huyó de Atenas y
      se refugió en Roma, donde inició a Cicerón, que, agradecido por sus en­
      señanzas,  acabaría  convirtiéndose.  Lucio  Calpurnio  Pisón  Cesóníno,
      cónsul en el 58 y suegro de Julio Cesar, propietario de una fabulosa villa
      en Herculano, donde se han hallado numerosos papiros epicúreos, man­
      tuvo un cenáculo griego de pensadores de la secta.
         La difusión del epicureismo tue tan amplía que llegaba a las clases
      populares, a las mujeres y a los esclavos, en concordancia con sus ten­
      dencias apostólicas y la universalidad de su mensaje. Cicerón escribe {De
      fimhus, 2, 49) que incluso había penetrado entre los bárbaros.
         Pero el más conocido de sus miembros romanos es el poeta Lucrecio,
      en cuyo De rerum natura ofrece la exposición más completa de la doctri­
      na. Nadie ha explicado con más claridad la liberación que encuentra el
      alma en la doctrina atomista y nadie ha cantado con tanto entusiasmo la
      voluptuosidad del saber, la confianza en la filosofía y la admiración ante
      k  sabiduría de Epicuro, invocado como el profeta de la salvación. Resta­
      llante eco del predicamento de aquel sabio, al que una doctrina de eleva­
      da intelectualidad no hizo olvidar las virtudes más fraternales y más hu­
      manas.








         17.  Rey de Siria.
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