Page 161 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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LA ÚLTIMA MUTACIÓN DEL HELENISMO ESPIRITUAL 1 6 1
nían un carácter manifiestamente infernal y protegían a los difuntos du
rante el peligroso viaje al más allá; sin embargo, en los textos griegos an
teriores a nuestra era, la promesa de salvación espiritual nunca se for
mula claramente, y la existencia en Grecia de «misterios egipcios» en la
época helenística puede ponerse en duda.
El mecanismo de difusión y expansión del culto egipcio en tierras
griegas, a partir del siglo II, es, en muchos casos, difícilmente explicable,
y permite interpretaciones diversas: Intervención directa de los sobera
nos lágidas para favorecerla introducción de su religión nacional en el
mundo Egeo a fin de incrementar su influencia; fervor propagandístico
del clero egipcio; llamada de los propios griegos, seducidos por los ex
traños rituales de un nuevo culto, el cual, una vez heíenixado, conserva
ría, en tierras de la Hélade, una parte de su originalidad. En todo caso,
debe admitirse que, en Egipto, los dioses autóctonos experimentaron;
en época tolemaica, un período de renovación; eidero egipcio volvió a
ganar influencia, sobre todo ä partir del siglo II, y realizó una vasta obra
teológica. Además, en Egipto, desde el principio de la conquista lágida,
se intentó lograr una síntesis entre dioses egipcios, griegos y orientales;
ios himnos griegos de Isidoro, en el santuario de Madinat al-Fayum,
convirtieron a Isis en una diosa universal, adorada por todos los pueblos
de la tierra bajo nombres distintos; La gran proyección que parecían te
ner en aquella época la religión de Isis y Serapis, adoptada ampliamente
por los griegos.de Egipto, y el intenso-fervor que denotan los creyentes
quizás expliquen su expansión y su éxito en el mundo griego.
El ejemplo de Délos, ya invocado en relación con los dioses egipcios,
muestra la multiplicidad de préstamos. En la isla sagrada donde Leto
dio a luz a Apolo y Artemisa, no parecía haber sitio para otros poderes.
Ahora bien, en la «terraza de los dioses extranjeros» no sólo se instala
ron Isis, Serapis y Anubis, sino también las divinidades de Hierápolis de
Siria: a Hadad y su paredro, Atargatis, honrada como Afrodita la Santa,
les fue dedicado un teatro, aislado por un pórtico destinado a proteger
de cualquier mirada profana los misterios licenciosos que se celebraban
en honor de la «diosa siria». Es un hecho notable que, hasta la llegada de
los romanos, en Délos no se introdujesen ciertas costumbres religiosas,
especialmente la dellarario.