Page 165 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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LA  ÚLTIMA  MUTACIÓN  DEL  HELENISMO  ESPIRITUAL  165

     liguas especulaciones autóctonas es notable: «Los griegos —declara As-
     clepio en uno de sus libros (Corpus herm eticum , 16, 2)— no denen más
     que discursos vacíos, buenos para hacer demostraciones, y ésa es, efecti­
     vamente, toda la filosofía de los griegos, un ruido de palabras. En cuan­
     to a nosotros, los egipcios,  no usamos simples palabras, sino  sonidos
     preñados de eficacia».
        En efecto, el pensamiéhto hermético surge por revelaciones y no me­
     díante excursos, lo que supone un esfuerzo total para poner en juego las
     fuerzas divinas destinadas a conservar la fuerza y la estabilidad del uni-
     verso. La inteligencia no se separa de la acción, ya que sólo los rituales
     pueden conferir su regularidad a los fenómenos: asi, el retomo regular
     de la Luna se aseguraba con el sacrificio de su enemigo, el antílope. La
    función del rey era ejecutar los rituales que estabilizaban el cosmos: era
     el; «maestro de la palabra que hacía la paz».
      ;  El poder de los sacerdotes orientales procedía del hecho de poseer
     dos conocimientos esenciales: la manera de entrar en contacto con los
     dioses y el mecanismo de la simpatía universal. Llermes enseña que el
     mundo está dividido en clos partes: el mundo sublunar, impuro, y el éter,
                 l
    dónde gravitan1os astros. Los astros*·dioses, ö simples imágenes de la di­
    vinidad, que les proporciona él movimiento iniciah emiten influjos que,
    a través de los aires, actúan sobre el mundo de los hombres. Este último
    está formado por cuatro (o cinco) elementos —agua, tierra, aire y fuego
     (y éter)— que reaccionan entre ellos y reparten las buenas o malas in­
    fluencias de los astsos, Para el Trimegisto, la filosofía es el estudio del en­
     tramado de esas influencias y de las cadenas místicas que la simpatía teje
    entre los dioses y los hombres. Así pues, el universo es un todo orgánico,
    sometido a las leyes eternas, y que merece el nombre de orden (cosmos).
    Ese campo cerrado está regido por el tiempo, asimilado al eterno retorno
    y simbolizado por el movimiento regular de los astros sobre sus órbitas.
    El hombre, hecho de materia y espíritu, era una reducción del cosmos, un
    microcosmos: «Al hombre, querido Amón, los diestros lo llaman un mun­
    do, porque es acorde con la naturaleza del universo» (latromath ematica,
    I, 387). En ese mundo cerrado, el individuo se siente protegido, el inicia­
    do se siente poderoso, ya que, conociendo las leyes fundamentales, pue­
    de exigir a los dioses un conocimiento mayo r.
        Así, el hermetismo proporciona un apoyo filosófico a la acción má­
    gica.  El iniciado puede esperar la epifanía del dios y puede, asimismo,
    provocarla. Las series verticales, que agrupan a todos los hombres, aní-
    m ales, plan tas y mine rales dependientes de un mismo astro, ligan al m a -
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