Page 207 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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      barcaciones de cuero, transitaban por vía caravanera a lo largo de la cos­
      ta occidental de Arabia y, a menudo por Petra, alcanzaban Gaza.
         Si los tolomeos pusieron tanto empeño en asegurar posibles rutas pa­
      ra extraer las riquezas de África, no cabe duda de que éstas andaban ca­
      da vez más buscadas. Los elefantes constituían un potencial militar tanto
      más importante cuanto que sus rivales seléucídas se los podían procurar
      fácilmente en la India:  de  alguna manera,  en la táctica helenística,  de­
      sempeñaban un papel semejante al de los tanques en los ejércitos moder­
      nos. Seguían llegando por vía marítima, en navios especialmente acondi­
      cionados al efecto.33 Pero hay que considerar asimismo, y sobre todo, el
      oro del Nilo Superior y de los ríos etíopes, los topacios, las esmeraldas,
      el ébano, el marfil, las plumas y los huevos de avestruz, las grandes fieras
      (vivas o en forma de pieles), los esclavos negros, e incluso el mineral de
      hierro.

      El helenismo en «Etiopía»

         No debe sorprender que la civilización helénica penetrara tan pro­
      fundamente en África, como lo había hecho anteriormente, en distintas
      ocasiones, y por idénticos motivos, la civilización faraónica.
         En una fecha remota (hacia el 800), se formó en el valle medio del
      Nilo (el antiguo país de Kush en tiempos de los faraones, más tarde Nu­
      bia, en el actual Sudán) un poderoso reino centralizado y teocrático, al
      que los griegos llamaron «Etiopía»  (país de las  caras  quemadas).34  Su
      población «era de piel negra, nariz chata y pelo rizado» (Diodoro, 3,8):
      pertenecía al grupo de lengua cusita, una rama de la gran familia camita,
      y sus reyes mantenían estrechas relaciones con el mundo mediterráneo.
      El propio Diodoro (3, 6) explica que uno de ellos, Ergámenes (Argama-
      nu), contemporáneo de Filadelfo, «fue educado en la escuela de los grie­
      gos e instruido en la filosofía»:  ¡convencido de tales principios, liquidó
      a todos los sacerdotes para librarse de su tiranía!
         Meroe, la capital  de «Etiopía»,  era una  importante aglomeración,
      cuyas ruinas se extienden actualmente a lo largo de 3 km. Goza de un
      clima de lo más aceptable: lluvias veraniegas acompañan al sol en su ce-



         33.  La captura y el transporte de elefantes eran muy caros, por lo que los cazadores
      recibían un salario parecido al de los escribas de rango superior.
         34.  La palabra Etiopía, en la Antigüedad, encubre una realidad muy diferente de la
      actual. Por ello, usaremos comillas al referirnos a su sentido antiguo.
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