Page 204 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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204 EL MUNDO HELENISTICO
dental durante más de dos siglos. Fabricada principalmente en Cales y
en Teanum Sidicinum (actual Teano), imita la decoración floral helenís
tica, blanca sobre fondo negro, o las vasijas con relieves, un sustituto ba
rato de los vasos metálicos. El arte mayor también estaba helenizado, es
pecialmente los frescos de los hipogeos oscos de Paestum o los ídolos
del santuario de Fondo Paturelli, en Capua, de poderoso sabor arcai
zante. La afición al espectáculo era muy intensa, ya que Pompeya tenía
teatro propio desde principios del siglo II.
La Italia del norte, que no padecería el yugo romano hasta finales del
siglo III y principios del II, seguía siendo sensible al prestigio del helenis
mo. Pueden distinguirse, de oeste a este, tres zonas de poblamiento: los
ligures comerciaban por todo el Mediterráneo occidental en sus grandes
naves de cinco hileras de remeros y compraban tanto vasos campanien-
ses y bronces etruscos como alfarería púnica; los galos traficaban con los
etruscos, a través de los cuales se procuraban espejos, joyas, candelabros
o lebrillos griegos o etruscos; los vénetos sufrieron muy pronto la in
fluencia de la colonia griega de Adria.
El Á fric a p ro fu n d a y A rab ia
Ni siquiera los desiertos de África y Arabia fueron un obstáculo in
franqueable a la penetración del helenismo, aunque no quepa sorpren
derse de que en esas zonas sea mucho más superficial.
Sabios, mercaderes y soldados griegos en Nubia
Las relaciones entre Egipto y el África profunda a través del valle
medio del Nilo eran antiguas: Homero conoce a los pigmeos, de los que
evoca sus luchas con las grullas, y Herodoto narra el viaje entre la pri
mera y la cuarta catarata, hasta una Meroe que sólo puede ser Napata.
Pero aquellas relaciones se interrumpieron enseguida, debido al gran
debilitamiento de Egipto. Sin embargo, se reemprendieron con brillan
tez cuando los tolomeos instauraron de nuevo un poder fuerte.
Dos factores contribuyeron a dicha recuperación. En prim er lugar,
la curiosidad intelectual. El problem a de las crecidas del Nilo seguía