Page 202 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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202 EL MUNDO HELENÍSTICO
normal y los magistrados tienen en cuenta un principio hasta entonces
desconocido: la bona fides.
La vieja religión romana subsiste con su animismo innato y sus ritos
extravagantes, pero también prosigue una helenización que había em
pezado en la época arcaica. Después de mucho tiempo, los grandes dio
ses del panteón romano se habían identificado con los dioses griegos.
Apolo, tan profundamente griego como para ser el único en conservar
su nombre, favorecía, con el desarrollo del ritual griego y de las ceremo
nias helénicas (especialmente los lectisternios, banquetes ofrecidos a los
dioses en ocasiones solemnes), el progreso de una religión abierta y fra
ternal, en franca oposición con el frío ritualismo de la tradición. Ello
alentó el sucesivo renacimiento del pitagorismo y la renovación de los
oráculos sibilinos de raíz silena. Ceres adquirió el rostro místico y dolo
roso de Deméter, madre de Perséfone, y fue honrada a la manera griega
en el saaum Cereris, que obligaba a las matronas a guardar ayuno y abs
tinencia sexual durante nueve días. Venus, antiguo espíritu de la fecun
didad y los encantos femeninos y señora de los hortelanos, se convirtió
en la augusta deidad del amor.
Pero los dioses griegos tradicionales no eran suficientes ni para los ro
manos ni para los propios griegos. A su vez, el misticismo oriental penetró
en Roma, especialmente durante la grave crisis de la segunda guerra púni
ca. En el 293, Asclepio se instaló en la isla Tiberina, bajo la forma de una
serpiente, con el nombre de Esculapio. En el 212, y después de la batalla de
Cannas, se consultó al oráculo de Delfos y se ofrecieron a Apolo nuevos
juegos al estilo griego. Recursos que se demostraron ineficaces, por lo que,
en el 204, se mandó traer desde Pérgamo la gran piedra negra sagrada de la
Gran Madre de Pesinunte, Cibeles, solemnemente entronizada en el Pala
tino. Los misterios de Baco sedujeron a quienes no diferenciaban bien el
misticismo de los cultos más naturistas. En el 186, el senado castigó severa
mente las orgías escandalosas de las Bacanales. La represión fue terrible:
7.000 detenciones, la mayor parte seguidas de ejecuciones capitales.
Como los basileis helenísticos, los personajes más ambiciosos solicita
ban la ayuda de los dioses: Escipión el Africano gustaba de subir al Capi
tolio, cercano a su residencia, para conversar con Júpiter, del que se creía
hijo. Sila era Felix, heredero protegido por la Fortuna y ferviente adepto
de Venus. Pompeyo solicitó la ayuda de Venus Genitrix, pero fue en vano,
porque César, su vencedor, tenía mejores razones para reivindicar su pa
trocinio: él mismo era descendiente de la diosa a través de su antepasado
Eneas. Pompeyo el Joven se proclamó hijo de Neptuno.