Page 200 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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200 EL MUNDO HELENÍSTICO
bargo, tratando temas decididamente nacionales, alardeaba de un retor
no formal a las lecciones del pasado.
La pintura aparece, en el 300, con Fabio Pictor, quien, a pesar de su
rango nobiliario, pintó episodios de la segunda guerra samnita en el tem
plo de Salus, en el Quirinal. El primer documento conservado procede
de un fresco (¿hacia el 140?) del Esquilino con escenas de guerra.
La pintura romano-campaniense deriva de las decoraciones helenís
ticas y no de la tradición italo-etrusca. En Pompeya, el primer estilo
(hasta el 90, aproximadamente), muy influido por Oriente, se despliega
por las paredes de las cornisas y las pilastras sin elemento figurativo al
guno. El segundo estilo (90-30) gusta de las escenas ilusionistas, repre
sentadas en horizontes de ensoñación.
Especulaciones y misticismo
El más resuelto de los pueblos le tomó gusto a la filosofía. En el 155,
Atenas envió como embajadores a los escolarcas de sus escuelas más co
nocidas (Liceo, Academia, Pórtico). Carnéades provocó un escándalo
con dos conferencias contradictorias sobre un mismo tema. El círculo
de los Escipiones era un gran centro de pensamiento, y no por casuali
dad lo eligió Cicerón como marco para sus diálogos filosóficos. Muy
pronto los filósofos hicieron acto de presencia en Roma y, aunque a me
nudo fueron ridiculizados, su influencia no fue por ello menos duradera.
Ya nos hemos visto obligados a estudiar la influencia de la Academia,
del epicureismo y del estoicismo en Roma (véanse las págs. 120 y sigs.), da
do que el desarrollo de esas escuelas está ligado a su evolución en el mun
do helenístico. Pero hay una secta muy antigua, a cuyas opiniones Aristó
teles concedía aún una gran importancia, y que conservó numerosos
adeptos en siglos posteriores, sin contar con una personalidad notable:27
Pitágoras. Implantada sobre todo en Occidente (el Maestro se instaló en
Crotona), renació en Roma, en el siglo I, con el nombre de neopitagorismo,
y experimentó un increíble desarrollo.
En Roma, el pitagorismo estaba enraizado de antiguo, y ya Apio
Claudio (censor en el 312) lo había profesado. Difundido por emigran
tes y esclavos de la Magna Grecia, se implantó sólidamente: Ennio y Ca
tón el Viejo practicaban el pitagorismo y, pese a la gran alteración cro
nológica que ello presuponía, se propagó la idea de que hasta el buen rey
27. Sobre la influencia del pitagorismo entre los esenios, véanse las págs. 51-52.