Page 201 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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MÁS  ALLÁ  DE  LAS  FRONTERAS  POLÍTICAS  201


      Numa Pompilio habría seguido las lecciones de Pitágoras.  Siguió a ello
      un largo eclipse, del que resurgió en el siglo I. Gracias a su misticismo ra­
      dical, a las promesas de inmortalidad que aportaba, a la moral rigurosa
      y la estricta observancia que imponía, el pitagorismo atrajo a muchos es­
      píritus que rechazaban doctrinas más racionales. En un mundo desga­
      rrado por el odio y las guerras civiles, las comunidades pitagóricas pre­
      dicaban el ejemplo de la amistad y la concordia.
         La más conocida de ellas fue la que se constituyó en torno a P. Nigi­
      dio Figulo, mago y apóstol animado por un fervoroso proselitismo en pro
      de su fe: en su casa se celebraban auténticos misterios, en los que se co­
      mentaban los discursos sagrados atribuidos al Maestro y los relatos órfi-
      cos. Ofrecía a sus adeptos una revelación universal respecto a todos los
      ámbitos del saber: astronomía, física, filología, historia natural, moral y
      teología. Profeta al modo de Pitágoras, podía entrar en contacto con la
      divinidad y adivinar el futuro. Mistagogo, taumaturgo y pensador al mis­
      mo tiempo, está considerado por Aulo Gelio (Noctes atticae,  19,  14) co­
      mo uno de los dos pilares intelectuales del siglo junto con el gran Varrón,
      su discípulo, que exigió ser enterrado siguiendo el ritual pitagórico. Este
      era amigo de Cicerón, así como de Díódoto, un estoico pitagórico a quien
      alojó en su casa. Quinto Sextio y su hijo, Q. Sextio Niger, abrieron una
      escuela pitagórica que tuvo una considerable influencia.
         En resumen, una verdadera pasión por la filosofía en una época pro­
      blemática, que buscaba certezas ontológicas y éticas. Las sectas discu­
      tían ávidamente sobre la certeza y sobre el bien supremo, pero también
      reaccionaban  entre  sí y se  contaminaban  mutuamente,  sobre  todo  la
      Academia, el estoicismo y el pitagorismo. Nadie como Cicerón atestigua
      mejor semejante eclectismo. El brillante orador, con su inquietud habi­
      tual, abrazó sucesivamente todos los sistemas: el epicureismo de Lucre­
      cio, de quien fue el primer editor; el estoicismo, siempre que trata de la
      moral; el pitagorismo, en su admirable Sueño de Escipión;28 y la Acade­
      mia nueva, en sus últimos diálogos.


         Bajo la influencia griega, aparece un nuevo tipo de derecho, menos
      formal  y más  humano.  El  arbitraje  se  convierte  en  un  procedimiento


         28.   En el libro VI de De República, Escipión Emiliano ve en sueños a su abuelo el
      Africano, quien le revela el futuro de su casta. La idea central (la inmortalidad en la ar­
      monía de las esferas celestes) es eminentemente pitagórica.
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