Page 205 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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MÄS ALLÁ DE LAS FRONTERAS POLITICAS 205
apasionando; en el siglo IV existían dos teorías: según Éforo, que toma
ba el efecto por la causa, la crecida era provocada por el almacenamien
to del agua en grandes hendiduras, de las que emergía en verano como
si fuera una especie de sudor; según otros (tal vez Eudoxo de Cnido), el
Nilo tenía su origen en la zona templada del sur, donde las lluvias de ve
rano, parecidas a nuestras lluvias de invierno, hacían aumentar el caudal
del río. Los sabios de la época helenística, quizá siguiendo ya a Aristóte
les, que habría pedido a Alejandro llevar a cabo las comprobaciones ne
cesarias, admitían que las lluvias de verano en Etiopía eran la causa de la
inundación —explicación parcial, pero verídica.
Los cartógrafos promovieron también una exploración en profundi
dad. Eratóstenes, utilizando la Navegación en Etiopía de Filón de Mega
ra (en los inicios del reino de Filadelfo), estableció la latitud de Meroe29
e hizo del paralelo de esta ciudad el lado meridional de su mapamundi;
por otra parte, él sabía que el Nilo describía una gran curva en forma de
N invertida entre la segunda y la sexta cataratas, y no ignoraba el Atba-
ra, el Nilo Azul (el Astapous de los griegos), ni la gran «isla» entre el Ni
lo Blanco y el Nilo Azul.
Tales progresos sólo fueron posibles porque las relaciones económi
cas se reanudaron, sin duda apoyadas por operaciones militares. El Ni
lo no proporcionaba una vía de penetración practicable, ya que estaba
cortado por cataratas y cerrado por un desierto inhóspito; el tráfico se
efectuaba a través de pistas caravaneras: al oeste, por una ruta alejada
del río, que se apoyaba en un rosario harto discontinuo de oasis (la lla
mada ruta de los cuarenta días), y, sobre todo, al este, por una ruta que
sorteaba una y otra vez los meandros del Nilo en Kerma, Napata y Me
roe y que en Egipto era de vital importancia para vigilar el desolado paso
entre la segunda y la cuarta catarata. Filadelfo mandó enviar una expe
dición — que seguía, en el tiempo, a las de Samético II y las de Cambi-
ses— , lo que brindó la ocasión, asimismo, para llevar a cabo investiga
ciones científicas más profundas. Pero Plinio el Viejo afirmaba que
todas las ciudades río abajo más allá de Meroe habían desaparecido, lo
que no hace sino confirmar que, en la baja época helenística, al margen
de algunas embajadas o misiones de exploración, la tierra de nadie sólo
era atravesada por algunos nómadas que querían vender o cambiar sus
productos en los últimos puestos egipcios.
29. La Meroe helenística (véanse las págs. 207-208) es, pues, distinta de la de Hero
doto. Estaba situada en el Nilo, 160 km más abajo de la actual Jartum.