Page 196 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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196                   EL  MUNDO HELENISTICO


         La transformación más patente se produjo en las costumbres de la
      vida cotidiana. La casa tradicional con atrium se dobló por la parte pos­
      terior con un peristilo. Los suelos se cubrieron de mosaicos y los muros
      de pinturas, de los que existen bellos ejemplos en Pompeya y Hercula­
      no. El viejo mobiliario de madera fue sustituido por mesas de mármol y
     lechos de bronce. Los ricos se aficionaron a las ropas suntuosas y a las
      comidas en las que se sucedían los más exquisitos manjares. El marco ur­
     bano se embelleció, no sólo con la construcción de nuevos edificios, si­
     no también con la acumulación de obras maestras obtenidas a través del
     pillaje en Oriente.  Sila se trajo un capitel del Heraion de Olimpia, y el
     navio  cargado con obras de arte que se  halló en el muelle de Mahdia
      (Tunicia) quizá traía su botín. El caso de Verres no era una excepción.
         Las consecuencias fueron de lo más funesto para la opinión pública.
     La vieja sociedad patricia se hundía y la austeridad del pater familias era
     discutida. Los matrimonios de conveniencia y los divorcios se multipli­
     caban. La búsqueda irrefrenable de placer tomaba el relevo a la austeri­
     dad de antaño.

     El círculo de los escipiones

         Pero  el helenismo  semeja la caja  de Pandora.  En  algunos  círculos
     aristocráticos de la «generación de  160» (P. Grimai), especialmente en
     torno a los escipiones, surgió un nuevo refinamiento. Escipión el Afri­
     cano, que escandalizaba al rasurarse cada día y pasearse vestido a la grie­
     ga, era amigo de Enio. Escipión Emiliano, que tuvo los mejores maestros
     griegos y disponía de la biblioteca del rey Perseo, que había traído por
     Paulo Emilio, se rodeó de íntimos de clase alta, griegos o ganados al he­
     lenismo: Polibio, Lelio, llamado el Sabio, Terencio, Panecio de Rodas...
     Algunos de ellos ejercieron sobre él una gran influencia, como Panecio,
     que le propuso la disciplina racional y, por tanto, humana, de la causa es­
     toica, y Polibio, quien, según el punto de vista de P. Pédech, contuvo un
     poco su imaginación y su sensibilidad y le conminó, no sin prejuicio pa­
     ra su brillante personalidad,  a privilegiar el método y el razonamiento
     por encima del ardor y la pasión.
         En  semejante  círculo  se  pensaba  atrevidamente,  se juzgaba  al  go­
     bierno del pueblo como el peor de todos y se justificaba la toma del po­
     der por parte de los aristócratas ilustrados. El escepticismo se abrió pa­
     so aunque la religión no dejó de ser un instrumento admirable en manos
     de un político hábil. El estoicismo ejerció una gran atracción. De hecho,
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