Page 51 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
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LOS  ESTADOS  HELENÍSTICOS            51


     En Judea

        judea formaba parte de Celesiria y, como ella^perteneció durante
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     mucho tiempo a Egipto. Recuperada porj Antíoco III, jformó una comu­
     nidad administrada por el sumo sacerdote^ un consejo (el Synédrion o
     Sanedrín), que disponía de los inmensos tesoros del Templo, En el pla­
     no espiritual, Judea estaba profundamente dividida: los unos, los Piado­
     sos (hüsidtm}, vivían en un rigor austero y rechazaban toda contamina­
     ción extranjera; los otros, sobre todo ios miembros de la aristocracia, se
     helenizaron y renunciaron voluntariamente a ciertas prácticas de la Ley.
     La lengua griega se difundió en Palestina, donde la élite hablaba tanto
     griego como arameo; son frecuentes los nombres griegos. El «judaismo
     reformado», muy alejado de las tradiciones mosaicas, halló su máxima
     expresión en ei sumo sacerdote que helenizó su nombre como Jasón y
     que no dudó en enviar una ofrenda de 300 dracmas de plata a los juegos
     quinquenales de Melqart, el Heracles tirio. Abolió 1a constitución e ins­
     tituyó  un  gobierno  parecido  al  de  una polis;  estableció  un  censo  de
     miembros del demos, es decir, ciudadanos; asimismo, quiso crear insti-
     ; tuciones educativas de tipo helenístico y osó levantar un gimnasio a los
     pies de la colina de Sión (175).
        Antíoco III no dudó en otorgar a los judíos la autonomía de la que
     habían gozado con los lágidas. Sus sucesores fueron menos tolerantes y
     desencadenaron una reacción nacionalista que terminó en un enfrenta­
     miento abierto. Seleuco IV envió a Jerusalén a su visir, Heliodoro, que
     se dejaría corromper por los judíos: pretende la leyenda que unos ánge­
     les le presionaron y le obligaron a cumplir su misión. Las cosas se agra­
     varon con Antíoco IV, decidido partidario de la helenización. Con moti­
     vo de h  construcción del gimnasio, se produjeron alteraciones, el  rey
     profanó el  Templo con sacrificios  cruentos  y entronizó  la  estatua  de
     Zeus, al tiempo que prohibía la circuncisión y el sabbat Así estalló la
     guerra santa predicada por Judas Macabeo,  que recuperó Jerusalén y
     purificó el Templo (165).
        La lucha  prosiguió con distintas alternativas, aunque siempre  fue
     muy encarnizada. Los judíos conspiraron hábilmente y se aprovecharon
     de las disputas dinásticas de Antioquía y del apoyo de Roma. Finalmen­
     te, el sumo sacerdote Simón se vio reconocido como etnarea  (jefe del
     pueblo), aunque aceptó rendir vasallaje. Su nieto, Aristóbulo, cuyo nom­
     bre indica ya eí grado de helenización, restauró el reino judío, fue pro­
     clamado rey (104) y fundó la dinastía de los asmoneos, que conservó el
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