Page 76 - Lévêque, Pierre - El mundo helenístico
P. 76

76                    EL  MUNDO  HELENÍSTICO

      productos de lujo, surgida de Italia con la renovada avidez de la nobili­
      tas y la  del orden  ecuestre,  estimulaba los  intercambios,  no  es menos
      cierto  que ello benefició  en  particular a los  negotiatores itálicos,  cuya
      arrogancia y seguridad en sí mismos iba creciendo a medida que el peso
      del poder de Roma sobre el mundo se dejaba caer.
         Sin embargo, el remarcable auge económico que caracteriza la épo­
      ca se explica por un conjunto de factores convergentes.  Mejoraron las
      técnicas de navegación, fueron acondicionados o ampliados excelentes
     puertos de mercancías, y los soberanos se preocuparon de crear rutas y
      canales. En todas partes se constata un esfuerzo sensato, en la línea de
     los Grandes Reyes y Alejandro, para dotar a Egipto y a Asia de la infra­
     estructura económica necesaria para el gran comercio.
         La demanda era considerable. No sólo se trata de factores constan­
     tes y subsistentes: la necesidad de Grecia de procurarse alimentos o la de
     Egipto de abastecerse de madera y de hierro. A esas necesidades vitales
     se unían otras, surgidas del refinamiento de una civilización que no que­
     ría renunciar a ningún placer ni tampoco a lujo alguno. Los reyes gasta­
     ban sin tasa en el mantenimiento de su corte y en festejos casi obligados
     para garantizar su prestigio. Una burguesía opulenta e ilustrada, aman­
     te de los fastos, ya no se contentaba con la vida austera de los griegos del
     siglo V, pues no podía prescindir de todo aquello que, en otros lugares,
     resultaba envidiable o suntuoso. Incluso el Mediterráneo resultaba de­
     masiado pequeño para sus apetencias: el África negra o la India les pro­
     porcionaban objetos con que embellecer sus palacios o residencias, con
     que engalanarse, con que dar un toque de exotismo a la vida cotidiana.

     Monedas, bancos y capitalistas

         Por otra parte, ciertas aportaciones de la técnica económica, como la
     extensión de la economía monetaria y el desarrollo de la banca, facilita­
     ron los intercambios. El uso de la moneda se generalizó incluso entre los
     pueblos bárbaros: árabes, partos, tracios, celtas, íberos, romanos. El ca­
     so más interesante fue el de Egipto, que hasta entonces vivía al margen
     de la economía monetaria  a pesar  de  que  circularan  monedas  griegas
     (sobre todo atenienses), dáricos y piezas acuñadas por las últimas dinas­
     tías nacionales para pagar mercenarios. Después de Alejandro, a partir
     del 305, Soter emitió con su efigie las primeras monedas reales lágidas:
     estateras de oro, tetradracmas de plata y óbolos de cobre, ejemplo que
     seguirían todos sus sucesores. A pesar de que la economía tradicional,
   71   72   73   74   75   76   77   78   79   80   81