Page 105 - El camino de Wigan Pier
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burgués con el Coronel Blimp puede ser mayor que las diferencias. Muy
probablemente, le mirará a él y al Coronel Blimp como prácticamente equivalentes, y,
en cierto sentido, tendrá razón, aunque ni el intelectual ni el Coronel Blimp
admitirían nunca tal cosa. Así que el encuentro entre proletario y burgués, cuando
consiguen encontrarse, no es siempre el abrazo de dos hermanos largamente
separados. Con demasiada frecuencia es el choque de dos culturas extrañas que no
pueden entrar en contacto armónicamente.
He estado considerando esto desde el punto de vista del burgués que ve
contrariadas sus secretas convicciones y vuelve a una actitud de temeroso
conservadurismo. Pero hay que tener en cuenta también el antagonismo que tal
situación provoca en el «intelectual» proletario. Éste es un hombre que, por su propio
esfuerzo y, a veces, a costa de grandes sufrimientos, ha conseguido salir de su clase e
introducirse en otra donde espera encontrar una mayor libertad y un mayor
refinamiento intelectual. Pero lo que encuentra, muy a menudo, es una especie de
vacío, una sensación de muerte, una falta de calor humano, de vida real. A veces, los
burgueses le parecen maniquíes con dinero, gente sin sangre en las venas. Esto, al
menos, es lo que dice; casi todo joven intelectual de origen proletario recita este tipo
de charla al respecto. Éste es el origen del «culto al proletariado» que padecemos.
Todo el mundo conoce, o debería conocer a estas horas, la serie de tópicos: la
burguesía está «muerta» (insulto muy en boga en nuestros días y muy efectivo debido
a su carencia de sentido), la cultura burguesa está en bancarrota, los «valores»
burgueses son despreciables, etcétera, etcétera. Para ejemplos, véase cualquier
ejemplar de la Left Review o la obra de cualquiera de los jóvenes escritores
comunistas, como Alec Brown, Philip Henderson y otros. La sinceridad de muchas de
estas declaraciones es dudosa, pero D. H. Lawrence, que, fuese lo que fuese, era
sincero, expresa la misma opinión una y otra vez. Es curioso cómo insiste en la idea
de que los burgueses ingleses están muertos, o, por lo menos, castrados. Mellors, el
guardabosque de El amante de lady Chatterley (que no es otro que el propio
Lawrence) ha tenido la oportunidad de salir de su clase y no tiene ningún deseo
especial de volver a ella, pues la clase obrera inglesa tiene una serie de «hábitos
desagradables», pero, al mismo tiempo, la burguesía con la cual se ha asimilado en
cierta medida, le parece medio muerta, una raza de eunucos. Simbólicamente, el
marido de lady Chatterley es impotente, en el sentido físico. De Lawrence es el
poema (también referido a sí mismo) acerca del joven que «subió hasta la copa del
árbol», pero volvió a bajar diciendo:
Para subir al árbol
hay que ser como un mono.
Se olvida la sólida tierra
y el muchacho que uno era.
Uno se sienta en las ramas y charla,
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