Page 108 - El camino de Wigan Pier
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           Y     ahora, hablemos del socialismo.
                      Es  casi  innecesario  señalar  aquí  que  estamos  sumidos  en  una  confusión

           grave,  tan  grave  que  ni  el  más  obtuso  podría  dejar  de  constatarla.  Vivimos  en  un
           mundo  en  el  que  nadie  es  libre,  en  el  que  nadie  está  seguro,  en  el  que  es  casi
           imposible ser honrado y seguir viviendo.
               Amplios sectores de la clase obrera viven en las condiciones que he descrito en

           los  primeros  capítulos  de  este  libro,  y  no  hay  esperanza  alguna  de  que  estas
           condiciones experimenten una mejora importante. Todo lo más que puede esperar la
           clase obrera inglesa es un ocasional y temporal descenso del desempleo cuando esta o
           aquella industria sea artificialmente estimulada, por el rearme, por ejemplo. Hasta las

           clases medias, por primera vez en la historia, sienten la crisis. No han conocido aún el
           hambre,  pero  un  número  cada  vez  mayor  de  ellos  se  debaten  en  una  especie  de
           penosa frustración en la cual es cada vez más difícil convencerse a sí mismo de que
           se  es  feliz,  activo  o  útil.  Incluso  los  afortunados  de  la  cumbre,  la  burguesía

           propiamente  dicha,  son  periódicamente  incomodados  por  la  conciencia  de  las
           miserias de los de abajo, y aún más por los temores al amenazador futuro. Y esto no
           es más que una etapa preliminar, estando aún como estamos en un país enriquecido
           por  cien  años  de  pillaje.  Pero  no  tardarán  en  producirse  Dios  sabe  qué  horrores,

           horrores de los que, en nuestra resguardada isla, no tenemos siquiera conocimiento
           por la tradición.
               Y,  por  otro  lado,  todo  el  que  use  la  cabeza  sabe  que  el  socialismo,  aplicado  a
           escala  mundial  y  de  forma  consecuente,  representaría  una  salida  a  esta  situación.

           Como mínimo, nos aseguraría que tuviésemos bastante que comer, aun cuando nos
           privase de todo lo demás. Desde un cierto punto de vista, la necesidad del socialismo
           es algo tan elemental, tan de sentido común que a veces me sorprende que no se haya
           establecido todavía. El mundo es una balsa que viaja por el espacio, en la que hay,

           potencialmente,  una  gran  cantidad  de  provisiones  para  todos;  la  necesidad  de  que
           todos cooperen para conseguir que cada cual haga la justa parte de trabajo y reciba su
           justa  parte  de  provisiones  es  tan  clara  y  evidente  que  se  diría  que  nadie  puede
           discutirla, a menos que tenga algún motivo para querer mantener el actual sistema.

           Pero  el  hecho  que  hay  que  aceptar  es  que  el  socialismo  no  prospera.  En  lugar  de
           avanzar,  la  causa  del  socialismo  está  perdiendo  terreno  visiblemente.  En  estos
           momentos, en casi todas partes, los socialistas se baten en retirada ante la violenta
           embestida  del  fascismo.  Y  los  acontecimientos  se  producen  con  terrible  rapidez.

           Mientras escribo estas líneas, el ejército fascista español está bombardeando Madrid,
           y  es  muy  probable  que,  antes  de  que  este  libro  sea  impreso,  tendremos  otro  país
           fascista que añadir a la lista. Para no hablar del control fascista del Mediterráneo, que
           puede tener el efecto de poner la política exterior británica en manos de Mussolini.



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