Page 130 - El camino de Wigan Pier
P. 130
ciencia no debe nunca ser coartada. De palabra, sin duda, admitiríamos que las
máquinas se han hecho para el hombre y no el hombre para las máquinas; pero, en la
práctica, cualquier intento de frenar el desarrollo de las máquinas nos parece un
ataque a la ciencia, y, por tanto, una especie de blasfemia. E incluso si un día,
súbitamente, toda la humanidad se rebelase y decidiese refugiarse en una forma de
vida más simple, esta huida sería enormemente difícil. No sería necesario solamente,
como en el Erewhon de Butler, destruir todas las máquinas inventadas después de una
determinada fecha; tendríamos que destruir también el hábito mental que, casi contra
nuestra voluntad, nos llevaría a inventar nuevas máquinas tan pronto fuesen
destruidas las otras. Y en cada uno de nosotros existe por lo menos un asomo de ese
hábito. En todos los países del mundo, el gran ejército de los científicos y los
técnicos, con todos nosotros corriendo afanosamente tras ellos, marchan por el
camino del «progreso» con la ciega obstinación de una columna de hormigas. Hay
relativamente pocas personas que quieren que eso ocurra, y cantidades de gente que
decididamente no quieren que ocurra, pero está ocurriendo. El proceso de
mecanización en sí mismo se ha convertido en una máquina, en un enorme y
reluciente vehículo que nos conduce a gran velocidad no sabemos a dónde, pero
probablemente al mundo acolchado de Wells y al cerebro en la botella.
Ésta es, pues, el acta de acusación contra la máquina. El hecho de que sean o no
acusaciones sensatas importa poco. El caso es que estos argumentos u otros parecidos
serían aprobados por toda persona hostil a la sociedad industrial. Y, por desgracia,
debido a la asociación «socialismo - progreso - maquinaria - Rusia - tractor - higiene
- maquinaria - progreso» que hace casi todo el mundo, suelen ser estas mismas
personas las que son hostiles al socialismo. El tipo de persona que odia las
calefacciones centrales y las sillas de tubo es también el tipo de persona que, cuando
se menciona ante ella el socialismo, murmura algo acerca del «estado colmena» y no
quiere saber nada. Que yo sepa, muy pocos socialistas comprenden la razón de esto, y
algunos ni siquiera se dan cuenta de que ocurre. Coja usted a un socialista
convencido, repítale, en síntesis, lo que he expuesto en este capítulo, y vea la
respuesta que obtiene. Las respuestas son varias; yo estoy tan familiarizado con ellas
que casi me las sé de memoria.
En primer lugar, le dirá a usted que es imposible «volver atrás» (o «detener la
marcha del progreso», como si la marcha del progreso no se hubiera detenido ya
varias veces en el curso de la historia, y de forma bastante violenta), le acusará de ser
un oscurantista y se pondrá a hablar de los horrores de la Edad Media, la lepra, la
Inquisición, etcétera. La mayoría de los ataques a la Edad Media y al pasado en
general por parte de los defensores de la modernidad se basan en el truco de evocar al
hombre moderno, con su refinamiento y su alto nivel de confort, una época en que
tales cosas eran desconocidas. Pero observen ustedes que, sea como sea, ésta no es
una respuesta válida, pues el rechazo de un futuro mecanizado no implica la menor
veneración por ningún período del pasado. D. H. Lawrence, más prudente que los
www.lectulandia.com - Página 130