Page 132 - El camino de Wigan Pier
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efecto, sin duda es consciente de que debería ser y actuar como socialista. Pero
también se da cuenta de la estupidez de los socialistas, tomados individualmente, y de
la aparente inconsistencia de los ideales socialistas, y ello le desanima. Hasta hace
muy poco, se consideraba natural optar por la indiferencia. Hace diez años, hace
cinco incluso, el hombre de letras típico escribía libros acerca de la arquitectura
barroca y se consideraba por encima de la política. Pero esta actitud se está volviendo
difícil e incluso está pasando de moda. Los tiempos son más difíciles, las cosas están
más claras, y la creencia de que nada cambia nunca (es decir, de que los dividendos
de uno siempre estarán a salvo) está menos extendida. La neutralidad del hombre de
letras, que en tiempos fue tan cómoda como un colchón de plumas de cisne, le resulta
ahora insostenible, y cada día se muestra más propenso a situarse en un campo o en
otro. Es interesante observar cuántos de nuestros más destacados escritores, que hace
diez o doce años estaban absolutamente a favor del arte por el arte y habrían
considerado indeciblemente vulgar el votar siquiera en unas elecciones generales, han
tomado hoy una posición política concreta. En cambio, la mayoría de los escritores
jóvenes, por lo menos los que tienen un mínimo de seriedad, han sido «políticos»
desde el principio. Creo que existe un gran peligro de que, en un momento de crisis,
un sector mayoritario de la intelectualidad se muestre favorable al fascismo. Es difícil
decir cuándo llegará la crisis; depende seguramente de los acontecimientos en
Europa. Pero es posible que dentro de dos años, o incluso dentro de un año, nos
encontremos en el momento decisivo: el momento en que toda persona de alguna
cultura o de alguna honradez sabrá sin asomo de duda que su deber es estar del lado
del socialismo. Pero no llegará necesariamente al socialismo por propia decisión,
pues le separan de él demasiados viejos prejuicios. Tendrá que ser convencido, y
convencido por métodos que impliquen una comprensión de su actitud. Los
socialistas no pueden permitirse el lujo de perder más tiempo predicando a los ya
convertidos. Su tarea actual es formar nuevos socialistas con la mayor rapidez
posible, en lugar de lo cual, con excesiva frecuencia, están formando fascistas.
Al hablar de fascismo en Inglaterra, no me refiero necesariamente a Mosley y sus
granujientos seguidores. El fascismo inglés, cuando llegue, tendrá más bien una
forma sosegada y sutil (seguramente, al menos al principio, ni siquiera se denominará
fascismo), y es improbable que sea nunca algo más que un chiste para la mayoría de
los ingleses; aunque no conviene olvidar el peligro que representa Mosley, pues la
experiencia demuestra (vide la carrera de Hitler o la de Napoleón III) que a un
escalador político puede resultarle ventajoso el hecho de no ser tomado muy en serio
al principio de su carrera. Pero lo que quiero hacer notar ahora son las actitudes de
tipo fascista que indudablemente están ganando terreno entre gente que debería estar
por encima de una cosa así. Tal como se da en el intelectual, el fascismo es una
especie de reacción, no ante el socialismo sino ante una plausible deformación del
socialismo. Puede describirse de manera resumida como la decisión de hacer lo
contrario de lo que haga el socialista mítico. Si se presenta el socialismo de manera
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