Page 134 - El camino de Wigan Pier
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utilizar en su provecho todo movimiento de rebeldía contra el hedonismo y contra
una concepción burda del «progreso». Ha podido presentarse como el defensor de la
tradición europea y apelar a la fe cristiana, al patriotismo y a las virtudes militares. Es
peor que inútil quitar importancia al fascismo tachándolo de «sadismo masivo» o
cualquier frase fácil de este tipo. Pretender que el fascismo no es más que una
aberración que pronto desaparecerá por sí sola equivale a soñar un agradable sueño
del que se despertará bajo los golpes de una porra de goma. La única actuación válida
es analizar fríamente el fascismo, entender que en él hay algo de positivo y después
explicar claramente a todo el mundo que lo que pueda haber de bueno en el fascismo
está también implícito en el socialismo.
En la actualidad, la situación es desesperada. Aunque no suceda ya nada peor en
nuestro país, padecemos todos los males que he descrito en la primera parte de este
libro y que no van a mejorar mientras dure el actual sistema económico. Aún más
acuciante es el peligro del dominio fascista en Europa. Y a menos que la doctrina
socialista, en una forma efectiva, pueda ser difundida amplia y rápidamente, no hay
ninguna certeza de que el fascismo sea derrocado algún día. El socialismo es el único
enemigo real del fascismo. Los gobiernos capitalistas-imperialistas, aun estando ellos
mismos a punto de ser atacados, no lucharán con verdadera convicción contra el
fascismo como tal. Nuestros dirigentes, los que comprenden la situación, preferirían
seguramente ceder hasta el último palmo del Imperio Británico a Italia, Alemania y
Japón que ver triunfar el socialismo. Era fácil reírse del fascismo cuando nos
imaginábamos que se basaba en un nacionalismo histérico, porque parecía evidente
que los estados fascistas, considerándose a sí mismos cada uno de ellos como
representantes del pueblo elegido, chocarían entre sí. Pero no ha ocurrido nada de
esto. El fascismo es hoy un movimiento internacional, lo cual significa no sólo que
los países fascistas pueden aliarse para despojar a los demás, sino que tienden, quizá
aún de forma semiconsciente, a formar un sistema mundial. La idea de estado
totalitario está siendo sustituida por la de mundo totalitario. Como he señalado antes,
el desarrollo de la sociedad industrial debe acabar llevando a alguna forma de
colectivismo, pero éste no tiene por qué ser necesariamente igualitario, es decir, no
tiene por qué ser socialismo. Con permiso de los economistas, es bien fácil imaginar
una sociedad mundial colectivista desde el punto de vista económico —es decir, en la
que se hubiera eliminado el móvil del lucro— pero con todo el poder político, militar
y educativo en manos de un pequeño grupo compuesto por los gobernantes y sus
esbirros. Esto o algo parecido es el objetivo del fascismo. Es el estado esclavista,
mejor dicho, el mundo esclavista, que posiblemente sería una forma social estable; y
lo más probable es que, si las enormes riquezas que contiene el mundo fuesen
científicamente explotadas, los esclavos estarían bien alimentados y satisfechos. Es
habitual decir que el objetivo del fascismo es el «estado colmena», lo cual constituye
un feo agravio a las abejas. Un mundo de conejos gobernados por comadrejas sería
una imagen más adecuada. Hemos de unirnos para luchar contra esta horrorosa
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