Page 41 - El camino de Wigan Pier
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ejemplo, con su población de unos 85 000 habitantes, tiene unas doscientas viviendas
de este tipo, habitadas cada una por una familia, es decir, por un total de unas mil
personas. Sería difícil saber con alguna exactitud cuántos de estos campamentos
existen en el conjunto de las áreas industriales. Las autoridades municipales se
muestran reticentes respecto a la cuestión, y el censo de 1931 la ignora totalmente. En
la medida en que he podido informarme preguntando aquí y allá, estas colonias
existen en la mayoría de las ciudades grandes de Lancashire y de Yorkshire, y quizá
también en zonas más al norte. Probablemente, en todo el norte de Inglaterra, existen
varios miles, quizá decenas de miles, de familias (familias, no individuos) que no
tienen otro hogar que un carro o un autobús viejo.
La palabra «campamento» puede desorientar, pues evoca una agradable escena de
campamento gitano (con buen tiempo, claro), con la gente reunida en torno a alegres
hogueras, niños cogiendo moras y ropas multicolores tendidas al sol. Las colonias de
Wigan y Sheffield no son así. Yo he visitado varias y he inspeccionado
detalladamente las de Wigan. Nunca había visto un grado de miseria parecido,
excepto en el lejano Oriente. Al verlas, recordé inmediatamente los inmundos cubiles
donde vivían los culíes indios de Birmania. Pero, en realidad, en Oriente estos lugares
deben de ser menos malos, pues allí no tienen que luchar con nuestro húmedo y
penetrante frío, y el sol hace las funciones de desinfectante.
A orillas del sucio canal de Wigan, hay solares donde se amontonan, como basura
arrojada de un cubo, los carros-chabola. Algunos de ellos son realmente carros de
gitanos, pero muy viejos y en mal estado. La mayoría son viejos autobuses de un solo
piso (aquellos autobuses pequeños de hace diez años), despojados de las ruedas y
apuntalados con riostras de madera. Algunos son simplemente vagones con tablas
semicirculares y una cubierta de lona en la parte superior, de modo que sus habitantes
están protegidos de la intemperie sólo por una lona. Por dentro, estos carricoches
suelen medir, aproximadamente, metro y medio de ancho por metro setenta de alto
(en ninguno de ellos podía yo ponerme bien derecho) y de metro setenta a cuatro
metros veinte de largo. Algunos de ellos, supongo, están habitados por una sola
persona, pero yo no vi ninguno en el que vivieran menos de dos, y en algunos vivían
familias numerosas. Por ejemplo, en uno que medía cuatro metros de largo habitaban
siete personas. Siete personas en unos 12 metros cúbicos de espacio, es decir, que
cada persona tenía un espacio vital mucho menor que un compartimento de unos
urinarios públicos.
La suciedad y el hacinamiento de estos lugares es tal que resulta imposible
hacerse una idea si no se han visto con los propios ojos, y, concretamente, si no se ha
percibido personalmente su olor. En cada uno de ellos hay una pequeña cocina de
campaña y tantos muebles como ha sido posible embutir: a veces dos camas, más
frecuentemente una sola, en la que tiene que amontonarse toda la familia lo mejor que
pueden. Es casi imposible dormir en el suelo, porque se filtra la humedad. Yo he visto
colchones que estaban aún mojados a las once de la mañana. En invierno hace tanto
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