Page 59 - El camino de Wigan Pier
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con antelación las fechas de los encuentros (en un intento de acabar con las quinielas)
           levantó una oleada de furia en todo el Yorkshire.
               Tenemos  además  el  curioso  espectáculo  de  los  milagros  que  hace  la  moderna
           ciencia eléctrica con la gente que tiene el estómago vacío. Uno puede pasar la noche

           tiritando por falta de mantas, pero por la mañana puede ir a la biblioteca pública y
           leer  las  noticias  que  han  sido  telegrafiadas  desde  San  Francisco  o  Singapur  para
           tenerle a uno al día. Hay veinte millones de personas subalimentadas, pero todos los
           ingleses, literalmente, tienen acceso a una radio. Lo que hemos perdido en comida lo

           hemos  ganado  en  electricidad.  Sectores  enteros  de  la  clase  obrera  que  han  sido
           despojados  de  todo  lo  que  realmente  necesitaban  son  compensados,  en  parte,  por
           lujos baratos que alegran superficialmente la vida.
               ¿Creen ustedes que todo esto es deseable? No, yo no lo creo. Pero es posible que

           la forma de adaptación mental que está realizando visiblemente la clase obrera sea la
           mejor  que  pueden  hacer  dadas  las  circunstancias  en  que  se  encuentran.  Ni  se  han
           vuelto  revolucionarios  ni  han  perdido  la  dignidad;  simplemente  han  conservado  la
           calma y se han hecho a la idea de ir tirando a base de pescado y patatas fritas. Las

           alternativas a esta actitud habrían sido años y años de dolorosa desesperación o bien,
           por el contrario, intentos de insurrección que, en un país de gobierno fuerte como es
           Inglaterra,  podía  conducir  sólo  a  matanzas  inútiles  y  a  un  régimen  de  represión
           salvaje.

               Naturalmente, el desarrollo de la producción de artículos de lujo baratos que ha
           tenido lugar después de la guerra, ha sido un hecho muy afortunado para nuestros
           gobernantes.  Es  probable  que  el  pescado  con  patatas  fritas,  las  medias  de  seda
           artificial, el salmón en lata, el chocolate barato (cinco tabletas de dos onzas por seis

           peniques),  las  películas,  la  radio,  el  té  fuerte  y  las  quinielas  hayan  evitado,  entre
           todos,  una  revolución.  Por  ello  se  dice  de  vez  en  cuando  que  todas  estas  cosas
           constituyen  una  astuta  maniobra  del  gobierno  —una  forma  del  clásico  «pan  y

           circo»— para tener a raya a los parados. Pero lo que yo sé de nuestros gobernantes no
           me induce a creer que tengan este grado de inteligencia. La cosa ha ocurrido por un
           proceso  inconsciente:  la  interacción  natural  entre  la  necesidad  de  mercado  de  los
           fabricantes y la necesidad, por parte de la gente hambrienta, de paliativos baratos.


























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