Page 60 - El camino de Wigan Pier
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                 uando  yo  era  niño  e  iba  a  la  escuela,  solía  venir  una  vez  al  año  un
           Cconferenciante que nos daba excelentes conferencias sobre batallas famosas del

           pasado,  como  la  de  Blenheim,  la  de  Austerlitz,  etc.  Le  gustaba  citar  la  frase  de
           Napoleón:  «Un  ejército  marcha  sobre  su  estómago»,  y,  no  bien  había  acabado  la
           conferencia,  nos  preguntaba:  «¿Cuál  es  la  cosa  más  importante  del  mundo?».
           Esperaba  que  nosotros  gritásemos  a  coro:  «¡La  comida!»,  y,  si  no  lo  hacíamos,  el

           hombre se quedaba harto chasqueado.
               Es  evidente  que,  en  un  cierto  sentido,  tenía  razón.  Un  ser  humano  es,
           fundamentalmente,  una  bolsa  en  la  que  se  echa  comida;  sus  otras  funciones  y
           facultades pueden ser más elevadas, pero, en el tiempo, vienen después. Un hombre

           muere y es enterrado, todas sus palabras y actos caen en el olvido, pero las cosas que
           ha comido viven después de él en los huesos fuertes o débiles de sus hijos. Creo que
           sería una hipótesis plausible la de que los cambios de dieta alimenticia tienen mayor
           trascendencia que los cambios dinásticos o religiosos. La Gran Guerra, por ejemplo,

           no habría sido posible si no se hubiese inventado la carne en lata. Y la historia de los
           últimos  cuatrocientos  años  en  Inglaterra  habría  sido  enormemente  diferente  sin  la
           introducción de los tubérculos y de otros varios vegetales a finales de la Edad Media,
           y,  poco  después,  la  introducción  de  bebidas  no  alcohólicas  (té,  café,  chocolate)  y

           también  de  licores  destilados  a  los  que  no  estaban  acostumbrados  los  ingleses,
           bebedores  de  cerveza.  Es  curiosa  la  escasa  frecuencia  con  que  se  reconoce  la
           importancia  esencial  de  la  comida.  En  todas  partes  se  ven  estatuas  dedicadas  a
           políticos, poetas y obispos, pero ninguna dedicada a cocineros, curadores de tocino o

           cultivadores de hortalizas. He oído decir que el emperador Carlos V hizo erigir un
           monumento al inventor de los arenques ahumados, pero éste es el único caso que me
           viene ahora a la memoria.
               Así que quizás el hecho realmente importante entre todos los que afectan a los

           desempleados, lo realmente básico cara al futuro, es la dieta alimenticia que siguen.
           Como he dicho anteriormente, las familias de los parados viven, como promedio, de
           unos treinta chelines semanales, de los cuales hay que deducir al menos una cuarta
           parte para el alquiler. Vale la pena examinar con algún detalle cómo se invierte la

           cantidad  restante.  Tengo  aquí  un  presupuesto  que  elaboraron  para  mí  un  minero
           desempleado y su mujer. Les pedí que confeccionasen una lista que representase, con
           la  mayor  exactitud  posible,  sus  gastos  en  una  semana  corriente.  Los  ingresos  del
           hombre eran de treinta y dos chelines semanales, y, además de la esposa, la familia

           incluía a dos hijos, uno de dos años y cinco meses y otro de diez meses. He aquí la
           lista:


                                                  Gastos       Lib. Chel. Pen.



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