Page 64 - El camino de Wigan Pier
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de  mortalidad  adulta  y  el  de  mortalidad  infantil  de  los  barrios  pobres  sea  siempre
           aproximadamente el doble del de los barrios acomodados —mucho más del doble en
           algunos casos— no necesita comentario.
               Desde luego, no hay que llegar al extremo de suponer que la decadencia física se

           debe solamente al paro, pues es probable que el estado físico de la población haya
           estado  declinando  durante  mucho  tiempo  en  toda  Inglaterra,  y  no  sólo  entre  los
           desempleados  de  las  áreas  industriales.  Esto  no  puede  ser  demostrado
           estadísticamente, pero es una conclusión a la que puede llegar cualquiera mediante la

           simple observación, incluso en las zonas rurales o bien en una ciudad próspera como
           Londres. El día que atravesó la ciudad el cortejo fúnebre de Jorge V, en dirección a
           Westminster,  quedé  casualmente  cogido  entre  la  multitud  de  Trafalgar  Square.  A
           cualquiera que en aquel momento hubiera mirado a su alrededor, le habría llamado la

           atención la degeneración física de la población actual de Inglaterra. La gente que me
           rodeaba no eran, en su mayoría, trabajadores; pertenecían más bien al tipo tendero-
           viajante de comercio, más una pequeña proporción de gente acomodada. Pero ¡qué
           efecto hacían! Brazos y piernas escuálidos, caras enfermizas, bajo el cielo lloroso de

           Londres… Apenas se veía a un hombre de buena figura o a una mujer de aspecto
           sano, y a nadie que tuviera un cutis fresco. Al paso del ataúd del Rey, los hombres se
           descubrieron, y un amigo mío que estaba entre la gente, al otro lado del Strand, me
           dijo después: «La única nota de color eran las calvas de los hombres». Incluso me

           pareció que los Guardias— los de la escuadra que daba escolta al ataúd— no eran
           como  antes.  ¿Dónde  están  aquellos  hombrones  de  torsos  como  barriles  y  bigotes
           como manillares de bicicleta que me llamaban la atención cuando niño, hace veinte o
           treinta años? Enterrados en el barro de Flandes, supongo. Ahora, en su lugar, están

           estos pálidos jóvenes que han sido seleccionados por su altura y parecen bastones de
           uniforme, pues, en la Inglaterra de hoy, un hombre de más de metro setenta es poca
           cosa  más  que  un  saco  de  huesos.  Si  la  constitución  física  de  los  ingleses  ha

           empeorado,  sin  duda  se  debe  en  parte  al  hecho  de  que  la  Gran  Guerra  seleccionó
           cuidadosamente a un millón de hombres, los mejores de Inglaterra, y los envió a la
           matanza, mucho antes de que tuvieran tiempo de engendrar hijos. Pero el proceso
           debió de comenzar ya antes, y debe de ser efecto, en último término, de formas de
           vida insanas, es decir, del industrialismo. No me refiero al hecho de vivir en ciudades

           —en muchos aspectos, seguramente, la ciudad es más sana que el campo— sino a las
           modernas técnicas industriales que producen sustitutivos baratos de todo. Puede que
           se descubra un día que, a la larga, la carne en lata es un arma más mortífera que la

           ametralladora.
               Es triste que los trabajadores ingleses, o más bien los ingleses en general, sean tan
           ignorantes en lo que se refiere al aprovechamiento de la comida. Ya he señalado en
           otra obra mía la clara idea que tiene del valor de la comida un picapedrero francés
           comparado con uno inglés, y no creo que se produzca nunca tanto malgasto en un

           hogar francés como se suele dar en los ingleses. Naturalmente, en las familias más



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