Page 73 - El camino de Wigan Pier
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tiene el cráneo de una forma diferente o porque se habla un dialecto diferente son
totalmente infundadas, pero son importantes en tanto que la gente cree en ellas. Es
indiscutible la innata convicción que tienen los ingleses de que todos cuantos viven al
sur de su país son inferiores a ellos. Incluso nuestra política exterior se rige, en alguna
medida, por esta creencia. Me parece, pues, que vale la pena recordar cuándo y cómo
apareció.
Cuando el nacionalismo empezó a convertirse en religión, los ingleses miraron el
mapa, y, observando que su isla quedaba bastante arriba del hemisferio norte,
desarrollaron la cómoda teoría según la cual cuanto más al norte se vivía, más
virtudes se poseían. Los libros de historia que estudié en mi infancia solían comenzar
con una explicación extremadamente ingenua de cómo el clima frío hace a la gente
enérgica, mientras que el cálido los hace perezosos, y de ahí la derrota de la Armada
Invencible. Estas bobadas acerca del carácter enérgico de los ingleses (que son en
realidad el pueblo más perezoso de Europa) han sido moneda corriente durante los
últimos cien años, por lo menos. «Mejor es para nosotros, se lee en una publicación
de 1827, estar condenados a trabajar por el bien de la nación que deleitarnos en la
ociosidad entre olivos, vinos y vicios». La expresión «olivos, vinos y vicios» resume
bien la imagen que de los pueblos latinos suele tener el inglés. En la mitología de
Carlyle, Creasey y demás, el hombre del norte (el «teutón» y, más adelante, el
«nórdico») es presentado como un tipo recio y vigoroso, de bigote rubio y moral
intachable, mientras que el hombre del sur es hipócrita, cobarde y de costumbres
licenciosas. Esta teoría no fue nunca desarrollada hasta su última consecuencia, es
decir, la tesis según la cual el pueblo mejor del mundo serían los esquimales, pero
llevaba implícita la suposición de que la gente que vivía al norte de nosotros era
superior a nosotros. De aquí se deriva, en parte, el culto a Escocia y a todo lo escocés
que ha marcado tan fuertemente la cultura inglesa durante los últimos cincuenta años.
Pero fue la industrialización del norte lo que dio su forma característica a la
contraposición norte-sur. Hasta hace relativamente poco tiempo, la zona norte de
Inglaterra era feudal y atrasada, mientras que toda la industria que había entonces en
el país estaba concentrada en Londres y en el sudeste. En la guerra civil, por ejemplo,
que fue, en esencia, una guerra del dinero contra el feudalismo, el norte y el oeste
apoyaron al Rey, y el sur y el este, al Parlamento. Pero, con el creciente uso del
carbón, la industria se fue trasladando al norte, y apareció un nuevo tipo de hombre,
el empresario norteño que empezó sin nada, el Mr. Rouncewell o el Mr. Bounderby
de Dickens. El empresario del norte, con su odiosa moral del «salir adelante o
abandonar», fue la figura dominante del siglo XIX, y todavía manda sobre nosotros
como un tiránico cadáver. Es el tipo que describe Arnold Bennett, el hombre que
empieza con tres peniques y acaba con cincuenta mil libras, y cuyo principal orgullo
reside en el hecho de ser todavía más patán ahora que tiene dinero que cuando no lo
tenía. Al analizarlo resulta que su única cualidad es su talento para ganar dinero.
Este tipo de literatura es hoy puro anacronismo, pues el empresario del norte ya
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